“Si el fin es la revolución, el medio es la lucha. El
estudiante debe ejercitarse y disciplinarse para la lucha. Debe practicar la
gimnasia revolucionaria, que comienza por aquellas pequeñas huelgas de
veinticuatro horas, que parecen inofensivas, pero que van habituando al
estudiante a la docilidad en la acción y a la indisciplina en sus estudios.”
por Francisco J.
Vocos ***
¿Qué fin persigue
el estudiante reformista?
Cualquiera sea el
que tenía cada uno al ingresas, desde el momento en que se incorpora al
movimiento, subordina su fin personal al fin de la Reforma.
Ahora bien, ya he
señalado por qué en la confusión ideológica de la Reforma ha prevalecido la
orientación revolucionaria que asigna al movimiento la misión de llevar a cabo
la revolución social. O lo que es lo mismo, la revolución comunista. Por lo
cual el estudiante es dirigido, la mayor parte de las veces en el andar de las
cosas y sin mucha advertencia de su parte, hacia el nuevo fin.
Un fin intermedio
es la revolución universitaria, que debe conferir a los estudiantes el gobierno
de las universidades. Este fin intermedio llena un doble objeto (cómo también lo
he adelantado): impedir la formación intelectual del estudiante y ejercitarlo
en la lucha. Lo primero lo mantiene en la incapacidad necesaria para no
comprender las finalidades perversas; lo segundo lo convierte en elemento
eficaz.
Claro está que esta
sustitución del fin personal por el fin de la Reforma no se ha producido
sin una justificación, para aquellos que logran discernir razones. Y por ello
se les dio aquella de la que ya he hablado anteriormente, cuando se les previno
sobre la inutilidad de la educación en el régimen social existente.
¿Qué es lo que
mueve al estudiante reformista hacia el fin de la Reforma ? O, en otros
términos, ¿qué es lo que mueve al estudiante a ese tipo de acción que lo convierte
en el estudiante reformista?
Si la reforma
dejara librado a sus fieles el impulso se su fervor, ya no oiríamos hablar de
ella. Pero la Reforma
no está sola ni actúa independientemente. Es un órgano dentro de una vasta
organización. Obedece a los altos comandos de la Revolución , por
intermedio de sus agentes de enlace. La Reforma es instrumento de la Revolución , como el
estudiante es instrumento de la
Reforma.
Ellos decretan la
destrucción o la supervivencia de los cuadros, los vidrios, los bancos y demás
elementos que existen en los edificios. Ellos son los oráculos que se
comunican con el Olimpo Reformador, mientras los estudiantes se debaten entre
la ignorancia, los miedos, los tabúes, los mitos y todo ese clima de estudiadas
presiones que se ejercitan y gradúan con diabólica precisión.
Y a todo esto se le
llama representación estudiantil y práctica de las instituciones democráticas.
Finalmente, la Reforma adiestra al
estudiante para a consecución de sus fines. Si el fin es la revolución, el
medio es la lucha. El estudiante debe ejercitarse y disciplinarse para la lucha.
Debe practicar la gimnasia
revolucionaria, que comienza por aquellas pequeñas huelgas de veinticuatro
horas, que parecen inofensivas, pero que van habituando al estudiante a la
docilidad en la acción y a la indisciplina en sus estudios.
En estas luchas,
todas de orden material y de ejercicio de la violencia, es donde tiene su campo
propicio el resentimiento. Cada uno es movido por el suyo, lo suma al
de los demás y lo concentra en el fuego del Movimiento.
De este modo la Reforma da un nuevo giro
al problema universitario. Ya hemos visto cómo se había operado una sustitución
del fin pedagógico al colocar en primer término, en la preocupación de los
universitarios, la conquista de las posiciones directivas. La Reforma saca el problema y
la preocupación fuera de la Universidad. Ya
no le interesará la Verdad, sino la acción. El estudiante no deberá trabajar por adquirir hábitos intelectuales
o morales, sino hábitos de lucha, de acción violenta. La gimnasia
intelectual es suplantada por la gimnasia revolucionaria.
Pero esta gimnasia
revolucionaria es practicada dentro de la Universidad , que se
convierte en campo experimental. Y esto se logra haciendo intervenir otro
sofisma. La habituación
para la lucha también se realiza con aparente justificación.
Para que el
estudiante no sienta de nuevo el aguijón del sentido común, la Reforma lo hace luchar por
“reivindicaciones” estudiantiles y le advierte que están fundadas en la más
moderna pedagogía.
Suprimida la formación de la inteligencia, habituado el
estudiante a la holganza de la asistencia libre y de las huelgas gimnásticas,
mantenido cuidadosamente en la confusión y en actitud guerrera contra cualquier
cosa, puede colegirse el resultado.
De este modo el
alumno continúa en la ignorancia que traía al ingresar, pero convencido de que
es el salvador de la
Universidad y de las instituciones; imposibilitado por
principio para el esfuerzo intelectual y para todas las disciplinas de la
ciencia y del saber, pero íntimamente satisfecho de sus perfecciones
reformistas; prisionero de sus propias pasiones, y de sus dirigentes pero
altamente orgulloso por sus altivas luchas por la libertad.
Vale decir, lleno
de una vanidad infundada y ridícula.
En la concepción
reformista, el estudiante aparece así, por las virtualidades de los principios
puestos en juego y por la fuerza incontrastable de las cosas, como el tipo antiuniversitario por excelencia.
*** Vocos,
Francisco J.: El Problema Universitario.
2º Ed. Bs. As., Colección Ensayos Doctrinarios, 1981, pp. 128-131.
Subrayados recontranuestros.
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