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viernes, septiembre 24

En el día de la gloriosa Batalla y Victoria de Tucumán .


El tucumano Manuel Lizondo Borda relata en el extracto de este texto difícil de conseguir *** de forma apasionante los pormenores de la gloriosa batalla y victoria de Tucumán, a la cual alguien llamó la Batalla de la Soberanía, por su importancia capital para la guerra de la Independencia, y por salvar en ella Belgrano, gracias a su desobediencia al gobierno medroso de Buenos Aires, medio territorio argentino. ¡Gloria al General Belgrano! ¡Gloria a la Nuestra Señora de la Merced! ¡Salve, Virgo et Generala nostra!



(…)

El enfrentamiento de los dos ejércitos. –


Cuando el ejército del general Tristán, fuerte de más de 3.000 soldados de las tres armas, el 23 de septiembre llegó a la proximidad de la ciudad de Tucumán, Belgrano estaba con el suyo en ella, listo para enfrentarlo. Había conseguido reunir y organizar cerca de 2.000 hombres, de las tres armas, pero con pocos armamentos. El principal aporte que allí recibió fue de caballería, formado por un contingente de Santiago, y sobre todo por el de la campaña tucumana del sur que fue decisivo en la batalla. Éste se componía de verdaderos gauchos entusiastas, montados en soberbios caballos de su pertenencia; pero carentes de armas, no digamos de uniformes, tuvieron que improvisar ellos mismos sus lanzas con cuchillos enastados en palos y tacuaras. Y en lo demás era su arreo el del gaucho de todos los días: el puñal a la cintura y también las boleadoras, y en las monturas el lazo a los tientos y los guardamontes adelante.


Belgrano –según dice en su segundo parte sobre la batalla- había preparado el campo de ésta al norte de la ciudad, y el 23 de septiembre, a la mañana, estaba allí con la tropa dispuesta para recibir al enemigo, cuyas avanzadas se habían acercado como a media legua; pero luego supo que ellas retrogradaron hasta Tafí Viejo, donde estaba el grueso de su ejército [1]. Por lo cual él volvió con el suyo a la plaza de la ciudad en que estaba acampado; y a las 2 de la mañana del día siguiente, 24, fue a situarse otra vez en el norte, por donde esperaba que llegase el general Tristán viniendo por el camino real. Pero entonces ocurre algo inesperado, que no explican Belgrano ni Paz y ha sido mal interpretado por los historiadores, empezando por Mitre, el mejor informado. Y es que el ejército realista, en la mañana temprano, torciendo a la derecha se recostó a la montaña hasta dar con el viejo camino del Perú, para seguir por él al sur, como a una legua del pueblo, e ir a salir al Ojo de Agua del Manantial, desde donde, pasando por su puente se acercó a la ciudad, por el suroeste, hacia el Campo de las Carreras: punto en que, conociendo esta marcha, Belgrano ya había pasado a situarse con el suyo.


Se ha dicho que Tristán hizo este cambio de rumbo para cortar la retirada de Belgrano hacia el sur. Pero esto no convence de ninguna manera; por cuanto era en realidad una maniobra inútil, que demoraba su llegada a la ciudad, y por allí no cortaba ni envolvía nada, ya que la ciudad tenía por el este otras salidas para Santiago y Córdoba. Para Marcelino de la Rosa, como para nosotros, la razón de este viraje fue otra: estuvo en un hecho que nadie refiere, a no ser su autor, Aráoz de la Madrid. Y es el incendio de los pajonales del norte, en Los Pocitos, provocado por él al amanecer del 24. Porque este incendio, que se extendió vasto y voraz, desorganizó la avanzada de Tristán y hasta el grueso de su ejército, obligándolo al cambio de rumbo referido [2].


Luego hay otra circunstancia, casi providencial, que tuvo una influencia destacada en la derrota realista. Tan increíble parece que ningún autor, fuera de Marcelino de la Rosa, la menciona. Pero estudiando lo que ocurre a Tristán y su ejército, antes de empeñarse la acción, nosotros llegamos a admitir lo que dice de la Rosa, por ser lo único que explica las cosas raras que suceden a Tristán, inconcebibles de otro modo en un militar de su categoría. Y es esto: que él ignoraba, hasta enfrentarse con Belgrano y su ejército en el Campo de las Carreras, que éstos se encontraban allí, listos para darle batalla. Tristán, debió tomar por fuerzas tucumanas insignificantes las que pudo vislumbrar por el norte de la ciudad, sin pensar nunca que fuesen del ejército de Belgrano, a quién suponía por Santiago o más lejos en su retirada. Porque de otra manera no puede explicarse lo siguiente: que Tristán se desconectase de gran parte de sus pertrechos de guerra y municiones que venían a retaguardia, cuyos conductores, ignorantes del viraje del ejército, y creyéndola ya ocupada entraron con ellos en la ciudad por el norte, hasta que fueron tomados por la guarnición de la plaza; que el propio Tristán, al enfrentar al ejército patriota, viniese con el suyo aún en tren de marcha, tan descuidado, que de doce cañones que traía sólo pudo armar dos, que tampoco tuvo tiempo de emplearlos; y que, del resto de sus armas, sólo pudiese organizar a la carrera la infantería y la caballería, y no de manera completa. Porque esto no se explica siquiera con que Tristán pensase, según Mitre, que Belgrano estaría encerrado en la ciudad, cuando los conductores del parque entraron en ella creyéndola de inmediato ya en poder de su ejército. Y así, todo esto nos induce a creer: que si Tristán supo que Belgrano estaba en Tucumán el 17 de septiembre, según las notas cambiadas con éste por la captura del coronel Huici [3], bien pudo suponer que después se fue de esta ciudad. Porque, si no es así, sólo queda esta otra conclusión: que Tristán daba tan poca importancia a las fuerzas de Belgrano, que no tomó ninguna precaución e incurrió en descuidos imperdonables, que para los patriotas fueron providenciales. ¡Dios ciega al que quiere perder!


La Batalla de Tucumán. –


Dice Marcelino de la Rosa que si Belgrano hubiese llevado el ataque a los realistas aprovechando su sorpresa y su desorganización, habría tomado prisionero a todo el ejército enemigo. Pero, cuando él dio sus órdenes de ataque, ya Tristán había conseguido formar apresuradamente dos batallones de infantería, fuera de su caballería. Los patriotas iniciaron la batalla con cañonazos de la artillería, dirigidos por el barón de Holmberg, de modo tan certero, que abrieron grandes claros en la infantería del centro enemigo, haciéndola oscilar casi hasta el desbande, lo que consiguió luego con su ataque la infantería patriota. Nuestra caballería del ala derecha, formada por dragones y en su mayor parte por los paisanos tucumanos al mando de Juan Ramón Balcarce, dio en seguida su carga formidable, en una gran atropellada, unos con los sables en alto y los otros con sus lanzas en ristre, a toda furia de su caballada, haciendo sonar los guardamontes y dando alaridos. Fue como una tromba infernal que nada pudo detener. La caballería realista de Tarija al verlos llegar en esa forma, sableando y lanceando a un lado y otro, se espantó y huyó. Ni la infantería española de ese frente pudo contenerlos; la pasaron por un lado, si no por encima, debandándola, y cuando se dio cuenta la encontró a su retaguardia. Nuestros paisanos, por lo visto, atravesaron de parte a parte el ejército enemigo como si fuera un matorral: se fueron hasta el fondo, ya de la otra banda donde estaban bagajes y mulas cargadas con plata y valiosos equipajes de los españoles. Y allí nuestros paisanos, creyendo cumplido su objetivo, se dispersaron… para dedicarse a recoger ese rico botín.


Mientras tanto, nuestra caballería del ala izquierda, formada por el contingente de los santiagueños en su mayoría, al primer entrevero con la de los realistas se asustó y desbandó emprendiendo una rápida fuga hacia el sur. Y es entonces cuando ocurre la gran confusión que dice Paz en sus Memorias. Ella se debió también, en gran parte, a un vasto huracán que al mediodía, según cuenta de la Rosa, llegó desatado del sur arrastrando nubes de polvo y una gran manga de langostas que cubrían el cielo y oscurecían el día. Y lo curioso es que estas langostas escapando al viento, al largarse en picada al suelo hacían fuertes y secos impactos en pechos y caras de los combatientes. Y si los mismos criollos que los conocían, al sentir esos golpes, según Paz, se creyeron heridos de bala, es de imaginar el espanto de los altoperuanos o cuicos al sentir en sus cuerpos tal granizada de balazos… que no eran sino langostazos.


Pasada esta gran confusión y también el desorden de ambos bandos, lo que había ocurrido es lo siguiente: que el general Tristán, empujado por la fuga de su caballería de la izquierda y hasta por el desbande de su infantería derrotada, había retrocedido hasta el Manantial, donde trataba de reunir sus contingentes dispersos (que aún eran numerosos); que, por su parte, el general Belgrano, al pasar a su ala izquierda para ordenar personalmente la carga, producida la escapada de la caballería santiagueña, había sido envuelto y arrastrado por ella, sin poder desprenderse hasta cerca del Rincón, por Santa Bárbara; que así, la infantería patriota quedó dueña del campo de batalla; y que viéndola sola, sin tropas formadas de caballería, el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, prevenido y sereno como siempre, con la ayuda de la reserva de la plaza, la hizo replegarse a la ciudad llevándose los heridos y centenares de prisioneros, con carretas, piezas de artillería y municiones abandonadas por el enemigo. Y encerrado en la plaza, cuyas calles estaban foseadas, Díaz Vélez quedó a la expectativa, fuerte y seguro, como vencedor: porque él, realmente, al hacer eso decidió la victoria de las armas patriotas ese día.


En esta situación, por la tarde, vienen las andanzas del ayudante de Holmberg, José María Paz, que él cuenta en sus Memorias: su encuentro con Belgrano en el Rincón; la llegada de Balcarce anunciando que había triunfado ampliamente sobre el ala izquierda realista; la entrada que hace él (Paz) por orden de Belgrano en la ciudad para saber de su suerte; su entrevista en ella con Díaz Vélez, a quien encuentra dueño de la plaza y fuerte con la infantería y la reserva, y en fin su regreso al Rincón por la noche, donde comunica esto al general Belgrano, el cual entonces ya no dudó de su victoria. Pero esa tarde, temprano, había ocurrido otra novedad: la llegada de Tristán, con las fuerzas que pudo organizar, hasta los suburbios del pueblo, desde donde intima al jefe de la plaza que si no se rendía en el término de dos horas pegaba fuego a la ciudad; a lo que Díaz Vélez le contesta invitándolo a que se atreva, cuando nuestras tropas estaban vencedoras y había adentro 354 prisioneros, 120 mujeres, 18 carretas de bueyes, todas las municiones de fusil y cañón, 8 piezas de artillería, 32 oficiales y 3 capellanes, tomados a su ejército [4]. Y Tristán, por supuesto, no se atreve: reconoce su situación de vencido y se retira.


Llega así el día 25 de setiembre, en cuya mañana el general Belgrano desde el Rincón, donde había dormido, alcanzando a reunir unos 500 hombres de su caballería dispersa, se acerca a las inmediaciones de la ciudad. Pero lo más interesante de todo este día no es esto sino la inercia del general Tristán, cuyas fuerzas aún eran importantes. Las razones de ella debieron ser varias, siendo la principal el haberse quedado sin parque, sin cañones y sin municiones. Y otra, no menos importante, aunque de otro orden, debió ser el espíritu ya acobardado de mucha de su tropa. ¿Por qué? Sobre todo, a nuestro juicio, por el miedo o casi el terror que les habían infundido nuestros paisanos debido a lo que hicieron… y aún andaban haciendo en ese día. Porque ellos, después de su carga y dispersión del 24, andaban desde esa tarde por el campo de batalla y sus alrededores dedicados a una prolija y metódica limpieza de enemigos sueltos. Por lo cual muchos de éstos, según cuenta Paz, antes de caer en sus manos, iban a entregarse prisioneros en el primer rancho que encontraban, aunque en él sólo hubiese desvalidas mujeres [5]. Y por todo esto, amenazado ya por fuerzas de caballería que en torno de Belgrano se iban engrosando, después de rechazar la rendición que éste le intimara a su vez, Tristán reconoció íntimamente su derrota. Y esa misma noche del día 25 emprendió su retirada a Salta. ¡Tucumán y la Patria se habían salvado!


Parte de la Batalla.


El 26 de setiembre Belgrano envía al Gobierno su primer parte sobre la batalla. Dice: La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos: siete cañones, tres banderas y un estandarte, cincuenta oficiales, cuatro capellanes, dos curas, seiscientos prisioneros, cuatrocientos muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes y aun la mayor parte de sus equipajes, son el resultado de ella; desde el último individuo del ejército hasta el de mayor graduación, se han portado con el mayor honor y valor, al enemigo lo he mandado perseguir; pues con sus restos va en precipitada fuga; daré a V. E. un parte pormenor, luego que las circunstancias lo permitan. – Dios guarde a V. E. muchos años [6]. Nunca con menos palabras se dijo entre nosotros algo más elocuente ni más grande. ¡Non multa sed multum!


(…)

[1] Documentos del Archivo de Belgrano. Buenos Aires, Coni Hnos., 1914, t. IV, pág. 230 y sig.

[2] Aráoz de la Madrid, Memorias, t. I, pág. 9; y Observaciones…, op. cit., pág. 9.

[3] Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, Nº 27, 9 de octubre de 181

2, pág. 108.

[4] Gaceta de Buenos Aires, reimpresión facsimilar, Buenos Aires, 1911; t. III, extraordinaria, martes 13 de octubre de 1812, pág. 4.

[5] Memorias, op. y t. cit., pág. 41.

[6] Doc. del Arch. de Belgrano, op. y t. cit., pág. 230.


*** Manuel LIZONDO BORDA: Belgrano y la victoria de Tucumán (a 150 de esta magna acción). En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Bs. As., Volumen XXXIII, Segunda Sección, 1962, pp. 694-698.




martes, septiembre 21

Guerra al Día del Estudiante.



En esta jornada del 21 de septiembre en que los grupos tenebrosos y las mafias mercantes de la juventud renovarán de forma encarnizada los atropellos que cada fin de semana se repiten contra la juventud: boliches, alcohol, desenfreno. En esta jornada triste y enfermiza en que inclinados por el consejo de los medios de comunicación, de muchos padres y maestros y de cuanto sujeto sin escrúpulos anda suelto, los jóvenes se entregarán a los más destructores excesos. Entonces, el llamado es para los chicos y chicas argentinos que puedan leer esto y ponerlo en práctica:

ad maiora natus sum.


he nacido para cosas más nobles.


he nacido para cosas más grandes.


Sepan que Dios tiene para ustedes un puesto en el combate y un lugar en el Cielo. Y que la Patria los espera.




Sé valiente. Contesta a cualquier solicitación al mal: ad maiora natus sum. He nacido para cosas más nobles. He nacido para cosas más grandes. No toleres que el adolescente viva en el pecado a los quince años, sea un hastiado a los dieciocho, y un enfermo a los veinte.


¿Quiénes son los cobardes?


“Con que, ¿decididamente eres un cobarde, un miedoso?” Pues bien, que lo sea; más aún; soy un nene, un mosquita muerta. Pero no lograrás seducirme. ¿Para qué se necesita más valor, más voluntad, para vencer en medio de las tentaciones impuras o para doblegarse ante ellas como una débil caña, ¿Quién es más entendido en equitación, quién domina su cabalgadura o quien se hace arrojar en un charco de agua?


“Qué cobarde eres; ni siquiera te atreves a eso”. La virilidad consiste en saberse sobreponer a sí mismo. Cobarde es quien se deja dominar por la pasión. Se hombre y no muñeca. El que a pesar de todas las burlas permanece firme en su resolución, acaba por imponer respeto. A ese tal lo saludo y le dirijo las palabras de la Escritura: “Ha hecho maravillas durante su vida” (Eccl. 31, 9).


“Si todos mis compañeros se portan mal, yo no los imitaré; no he de ser un mono”. Si te parece bien, cambia de vestido por condescendencia, pero no cambies de conducta. ¡Cómo! ¿Te dejarías seducir por esas tonterías? ¿Cuál es entonces tu valor moral? Cero.


En la fábula, a los animales les parece ridículo que el hombre no obre como ellos. En los manicomios los locos se burlan del médico. ¿Por ventura él les da importancia? Si disgustas a los malos no pienses que eres un cobarde. ¿Tal vez el más valiente será quien bebe con ansiedad el agua fangosa de la inmoralidad? El filósofo pagano decía en su tiempo: “Si haces una cosa que conoces ser obligatoria, no temas hacerla abiertamente, aun cuando la masa tenga convicciones contrarias. Solamente debes avergonzarte cuando hagas una cosa indebida. Si obras bien no tengas miedo de los que te reprenden sin razón”. (Epitecto).


“No quiero obrar como los demás, no quiero ser un hombre que cambie como una veleta”: para cosas grandes he nacido.


Mons. Tihamér Toth: Pureza y Juventud. Bs. As., Gladius, 1989, pp. 51-52. 54-55.

jueves, septiembre 16

Buena definición de nuestro sistema educativo.


“Nuestra enseñanza, tan orgullosa de la muchedumbre de sus programas, cambiados por cada ministro, se equivoca. En el fondo, no hay más que un solo programa, fabricado en el infierno en colaboración entre Sarmiento, Maquiavelo y lord Jorge Canning. El programa sintético y definitivo es “impedir que el argentino pueda pensar”.


Padre Leonardo Castellani (año 1953...) *


* “Las Ideas de mi Tío el Cura”, Bs. As., Excalibur, 1984, p. 229.

miércoles, septiembre 15

Hora de rendir cuentas.


14 de septiembre


A tres años de la entrada en vigor del Motu Proprio “Summorum Pontificum”


Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz



… Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que no se ha abrogado nunca, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia


… En las parroquias, donde haya un grupo estable de fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica, el párroco acogerá de buen grado su petición de celebrar la Santa Misa según el rito del Misal Romano editado en 1962…


… Si un grupo de fieles laicos, como los citados en el art. 5, §1, no ha obtenido satisfacción a sus peticiones por parte del párroco, informe al obispo diocesano. Se invita vivamente al obispo a satisfacer su deseo. Si no puede proveer a esta celebración, el asunto se remita a la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei"…


… El ordinario del lugar, si lo considera oportuno, puede erigir una parroquia personal según la norma del canon 518 para las celebraciones con la forma antigua del rito romano, o nombrar un capellán, observadas las normas del derecho…


… Además os invito, queridos Hermanos, a escribir a la Santa Sede un informe sobre vuestras experiencias tres años después de que entre en vigor este Motu Proprio…


…Todo cuanto hemos establecido con estas Cartas Apostólicas en forma de Motu Proprio, ordenamos que se considere "establecido y decretado" y que se observe desde el 14 de septiembre de este año, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, pese a lo que pueda haber en contrario…


… Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de julio de 2007, tercer año de mi Pontificado…


Su Santidad, Papa BENEDICTO XVI


Motu Proprio “Summorum Pontificum”




domingo, septiembre 12

Indigno.

SARMIENTO MASÓN




Ante la apoteosis liberal de Sarmiento, ciertos católicos están empeñados con celo digno de mejor causa, en la inútil tarea de probar el catolicismo del prócer de moda. Tal actitud revela una de estas dos equivocaciones, o ambas quizás, por parte de tales católicos: o una excesiva admiración por Sarmiento, lo cual demuestra la ausencia en ellos de una criterio verdaderamente católico y tradicionalista en la interpretación de nuestra historia; o un pobre concepto del catolicismo, que no necesita del visto bueno de Sarmiento ni de nadie, para seguir siendo la verdad revelada.


Y es de lamentar que se hagan tan vanos esfuerzos para justificar a Sarmiento, apoderarse de él y arrancárselo al liberalismo, al cual en justicia pertenece, cuando hay en nuestra historia glorias mucho más puras, confesadamente católicas e inclusive sacerdotes que, como el verdadero maestro cristiano que fue e P. Castañeda, yacen hoy en el olvido en que ese liberalismo glorificador de Sarmiento los ha sepultado.


Se aducen como razones en pro del catolicismo del “prócer”, la “Vida de Jesucristo” que tradujo para las escuelas, frases sueltas, su testamento iniciado “en nombre de Dios Todopoderoso”, el sacerdote que llegó hasta la antesala de la casa en que moría… Hay una evidente falta de seriedad en semejante argumentación. Una cosa es ser católico y otra es haber parecido serlo algunas veces en la vida. Católicos creyentes y practicantes fueron, cualesquiera hayan sido sus errores humanos, José Manuel Estrada, Félix Frías, Tristán Achaval Rodríguez, Pedro Goyena. El caso de Sarmiento es distinto. Sarmiento fué ante todo, masón. Y fue masón después de haber sido condenada la Masonería por Clemente XII, Benedicto XIV y Pío VII; después de haber sido confirmadas para siempre estas condenaciones por León XII en su Constitución Apostólica Quo Graviora de 1825; y después de las encíclicas Traditi de Pío VIII, Mirari de Gregorio XVI y Qui Pluribus de Pío IX, dadas en 1828, 1832 y 1846, respectivamente. No podía alegar, por lo tanto, ignorancia invencible.


Su iniciación en la Masonería data del año 1854. Se hallaba entonces en Chile y allí ingresó en la Logia “Unión Fraternal” Nº 1. Carlos Octavio Bunge parece creer que este ingreso se produjo antes, en su viaje a Francia y Estados Unidos de 1845 a 1848, pero no da datos ni fecha exacta. Lo que es probable es que para entonces comenzase su acercamiento a la secta. Bunge dice que durante ese viaje “se confirmó en su credo de librepensador”. Quiere decir esto que el catolicismo en que fue educado no le había durado mucho tiempo.


En 1865 aparece en Buenos Aires como orador fundador de la Logia Madre “Unión del Plata” Nº 1, que fue la base de la constitución del Gran Oriente Argentino. En 1860 el Supremo Consejo y Gran Oriente de la República, “estimando debidamente las eminentes calidades cívicas y masónicas que adornan a los dignos hermanos Bartolomé Mitre, grado 30; Juan A. Nelly y Obes, grado 30, y Domingo Faustino Sarmiento, grado 18, los eleva a Soberanos Grandes Inspectores Generales, grado 33”. Este Decreto de fecha 18 de Julio de 1860, firmado por Pedro Díaz de Vivar, lugarteniente comendador y Fernando C. Cordero, Gran Secretario General del Santo Imperio, puede verse en el libro de Martín V. Lazcano, “Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires”, Tomo II, pág. 354, de donde extraemos estos interesantes datos.


En 1864 Sarmiento termina su gobierno en San Juan y se traslada a Norteamérica. El Gran Oriente Argentino lo nombra –y él acepta- Plenipotenciario ante el Gran Oriente de los Estados Unidos, para celebrar un tratado de amistad.


En 1868, Sarmiento es elegido Presidente de la República. Al regresar de Norteamérica para asumir el cargo, no olvida su Logia “Unión del Plata” y se reincorpora a ella. Pero no se le ocultaba lo espinoso de su situación ni las desconfianzas que suscitaba. Grado 33 de la Masonería, había sido llamado a presidir los destinos de un país católico. Era necesario “tranquilizar a los timoratos”, y para ello eligió precisamente el banquete que, pocos días antes de asumir la presidencia, le ofreció la masonería argentina.


“Llamado por el voto de los pueblos –dijo allí- a desempeñar la primera magistratura de una República que es por mayoría del culto católico, necesito tranquilizar a los timoratos que ven en nuestra institución una amenaza a las creencias religiosas”.


Veamos ahora como concilia su masonismo con las condenaciones pontificias:


“No debo disimular que S.S., el Sumo Pontífice, se ha pronunciado en contra de esta sociedad. Con el debido respeto a las opiniones del Jefe de la Iglesia, debo hacer ciertas salvedades para tranquilizar los espíritus.


“Hay muchos puntos que no son de dogma, en los que sin dejar de ser apostólicos romanos los pueblos y los gobiernos, pueden diferir de opiniones con la Santa Sede. Dictaré algunos.


“En el famoso Syllabus, S.S. declaró que no reconocía como doctrina sana ni principio legítimo la “soberanía popular”.


“Bien. Si hemos de aceptar esta doctrina papal, nosotros pertenecemos de derecho a la Corona de España. Pero tranquilizaos. Podemos ser cristianos y muy católicos teniendo por base de nuestro gobierno la soberanía popular.


“El Syllabus se declara abiertamente contra la libertad de la conciencia y la libertad del pensamiento humano.


“Pero el que redactó el Syllabus se guardó muy bien de excomulgar de la comunidad católica a las naciones cuyas instituciones están fundadas en la libertad del pensamiento humano por miedo a quedarse solo en el mundo con el Syllabus en la mano.


“Por lo que a nosotros respecta, tenemos por fortuna el patronato de las Iglesias de América, que hace al Jefe del Estado, tutor, curador y defensor de los cristianos que están bajo el imperio de nuestras leyes, contra toda imposición que no esté de acuerdo con nuestras instituciones”.


¡Catolicismo sui generis el preconizado por Sarmiento! Y en lo más hondo de su espíritu ¡cómo se reiría de ese famoso Patronato en vista del cual era “tutor, curador y defensor de los cristianos”, un masón del grado 33!


Pero veamos como aborda el nudo de la cuestión.


“El Presidente de la República Argentina debe ser por la Constitución, católico, apostólico, romano, como el rey de Inglaterra debe ser un protestante cristiano anglicano”.


Sarmiento pasa por esto como por sobre ascuas y continúa:


“Este requisito impone a ambos gobiernos sostener el culto respectivo y proceder realmente para favorecerlo en todos sus legítimos objetos. Este será un deber y lo llenaré cumplidamente.


“Un hombre público no lleva al gobierno sus propias y privadas convicciones para hacerlas ley y reglas del Estado…” Y cita a continuación el ejemplo de Guizot, ministro protestante de un rey católico.


He aquí, claramente precisada, la posición de Sarmiento y la confesión de su desacuerdo entre el culto religioso del Estado y sus propias y privadas convicciones. Luego, para tranquilizar también a los masones, añade:


“Más este deber no va hasta desfavorecer, contrariar, perseguir otras convicciones”. Y a continuación se explaya en loas a la masonería y a la libertad de conciencia, para concluir con la siguiente declaración: “Hechas estas manifestaciones para que no se crea que disimulo mis creencias, tengo el deber de anunciar a mis hermanos que de hoy en adelante me considero desligado de toda práctica o sujeción a estas sociedades. Llamado a desempeñar altas funciones públicas, ningún reato personal ha de desviarme de los deberes que me son impuestos; simple ciudadano volveré un día a ayudaros en vuestras filantrópicas tareas, esperando desde ahora que por los beneficios hechos habreis de continuar conquistando la opinión pública, etc.”


Como puede verse por estas palabras, no hubo de parte de Sarmiento ninguna renuncia a la Masonería, y menos a sus convicciones masónicas, sino –en el mejor de los casos- un simple desligamiento temporario destinado a “tranquilizar a los timoratos”. En efecto, catorce años después, es electo Gran Maestre de la Masonería Argentina para el período 1882-1885, teniendo como Vice-Gran Maestre a Leandro N. Alem. Y en el discurso de aceptación ordena mantener el secreto masónico sobre su nombramiento y exaltación, y manda comunicarlo al Gran Maestre General de la Orden, residente en Massachussets, a quien quedaba así sometido el altivo enemigo de la autoridad extranjera de los católicos. Demás está decir que la magnífica encíclica Humanum Genus, contra la Masonería, dada por León XIII el 20 de abril de 1884, pasó inadvertida para el supuesto “catolicismo” del jefe de la Masonería Argentina.


Ante estos hechos, las ideas de Sarmiento en materia religiosa no son un misterio para nadie ni se prestan a tergiversaciones. Encuadran dentro del criterio masónico. Cree en el Gran Arquitecto del Universo y en la inmortalidad del alma.


En el discurso pronunciado al asumir el cargo de Gran Maestre, dice al respecto:


“Trabajaremos para traer la educación al buen camino; pero oíd mis palabras, oh hermanos, la de los masones es una aspiración al bien, sin violencia, sin perturbar el orden público, sin defender ni atacar creencias religiosas; porque precisamente el masón no las profesa sino hasta el reconocimiento de un Grande Arquitecto y de la inmortalidad del alma, para que quepan en su seno todos los cultos, y se reunan en sus templos todos los que adoran al ser supremo de alguna manera”.


Para él la verdad absoluta no existe en ninguna religión. Todas son iguales y ninguna debe predominar sobre otras.


“La religiones –dice el mismo discurso- que parecían destinadas a ser el vínculo de unión entre todos los hombres hijos de un mismo Dios, han degenerado en la manzana de la discordia, y llegaron hasta encender hogueras, creyéndose los sacerdotes de cada culto poseedores de la verdad única y los verdugos ejecutantes de las altas obras de un Dios de Misericordia.


El objeto de la Masonería es promover en la sociedad la tolerancia recíproca en materias religiosas, y oponerse sin violencias, sin trastornos, al predominio y poder que quiere una creencia ejercer sobre las otras; a fin de que todos vivamos en paz”.


Debemos advertir, sin embargo, que hasta aquí ha hablado Sarmiento como masón. Personalmente, Sarmiento, fanático de la libertad de conciencia, estaba mucho más cerca del libre examen protestante y de toda rebeldía herética, que de la verdad católica, que odiaba cordialmente. No poco influye esto en su admiración por Estados Unidos y en esa invencible antipatía por España, que le hace decir en su “Facundo” que la España de Felipe II y Torquemada abjuró del porvenir y del rango de nación culta.


Cuando murió Félix Frías, escribió Sarmiento en “El Diario” del 15 de noviembre de 1881 una nota necrológica que termina en la siguiente forma:


“Frías deja pues una escuela y partido literario religioso político. Ojalá que se inspire en el ejemplo de su fundador argentino, y sus miembros cultiven las virtudes que les dejó por modelo y herencia. El estilo católico ultramontano contundente y que abre tajos y hace heridas, no es de frías sino de Veuillot”.


“Veuillot ha creado también la escuela de las piadosas injurias y de las santas calumnias “ad majorem gloriam Dei”.


“La mayor gloria de Dios, ténganlo presente los fanáticos restauradores, son los Estados Unidos, la Inglaterra, Alemania y Norte de Europa, donde no dominan sus ideas exclusivas; pero que son prodigiosamente ricos los unos, eminentemente libres los otros, sabios profundos sus pensadores y altamente morales sus pueblos que se cuentan como los granos de arena en el mar”.


Al hablar de la actitud de Sarmiento ante la verdad católica hemos dicho que “odiaba”. El término podrá parecer excesivo, pero no lo es. Sarmiento es un hombre apasionado en sus convicciones. Las defendía con amor y atacaba con violencia a sus contrarios. Y, dígase lo que se diga, el catolicismo contrariaba dichas convicciones.


En publicaciones recientes se ha pretendido explicar su anticatolicismo en la siguiente forma: “En algunos años su fé, con alternativas explicables en la diversidad cambiante de su temperamento inquieto, sufrió eclipses “parciales” y “momentáneos”. No es cierto.


En el año 1854, como hemos visto, Sarmiento ingresó en la Masonería a pesar de todas las condenaciones pontificias, es miembro activo de ella, asciende de grado en grado y a veces a saltos, “por sus cualidades cívicas y masónicas” y de 1882 a 1885, ejerce la jefatura de la Masonería Argentina. Son 31 años de su vida, los 31 años de su plena madurez, transcurridos fuera de la Iglesia y dentro de una secta en cuyo Plan, “tan criminal e insensato –son palabras de León XIII- bien se puede reconocer el odio inextinguible que anima a Satán contra Cristo, y su pasión de venganza”. ¿Es posible hablar de eclipses “parciales y momentáneos” de su fé?


El catolicismo de su juventud no prueba nada, desgraciadamente. Decimos mal. Contrapuesto a las ideas de su madurez, prueba una sola cosa: su apostasía. También era católico Voltaire cuando dedicaba a Benedicto XIV su tragedia sobre Mahoma; pero nadie habla hoy de la “fe católica de Voltaire”.


De 1885 en que termina su período de Gran Maestre hasta el año de su muerte, 1888, transcurren solo tres años. No hay en ellos, que sepamos, ninguna renuncia a sus convicciones de adulto. Su testamento iniciado en nombre de “Dios Todopoderoso” se ha invocado como prueba de su vuelta al catolicismo. Aparte de ser esa una fórmula muy usual en la época, el Dios invocado puede ser lo mismo Nuestro Señor Jesucristo que el Gran Arquitecto del Universo que reconocen los masones.


La muerte es el momento de las grandes conversiones. Terribles enemigos de la Iglesia, en ese trance han creído y han recibido los sacramentos. Nada de esto vemos en Sarmiento. Un sacerdote es llamado –no se sabe por quién- a la casa en que agoniza, permanece en la antesala unos veinte minutos y luego se le anuncia que el enfermo ha muerto y no se le franquea la entrada. Hasta esto se ha citado como prueba del catolicismo de Sarmiento. Ojalá probase algo, siquiera su conversión final. Desgraciadamente no prueba nada, ni siquiera eso.