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sábado, agosto 10

Acordada 37/2013: ¿Multas para todos y todas?

¿Qué es lo peor que nos puede ocurrir si no votamos?

La multa, es lo peor. Dinero, nada más. Si no se tiene el dinero, se podrá apelar en la Justicia Electoral y sin duda, se reducirá o se dejará en suspenso el pago de la misma.

Ahora, ¿qué es lo que peor que nos puede ocurrir si votamos?

Bueno, esto es más complicado…



Por el Departamento de Aseroría (I)Legal del Blog ***


Todos andan preocupados. Esa intranquilidad es lo que  respira los últimos meses  el sentir popular.   Pero, ¿qué es eso que tanto erupciona a la sociedad?

¿La inflación?  ¿La inseguridad?  ¿La corrupción y demás  males que nos golpean en el rostro ni bien abrimos la puerta de la casa cada mañana? No, no. Sin duda, no es eso.

Los que nos preocupan son las elecciones, señores. Obviamente no por  ese deber ser democrático que propugna desde nuestro interior  para manifestarse un domingo (día del Señor) desde tempranas horas, en forma de una fila interminable,  sino algo mucho mas terrenal.

Si, sin temor a equivocarme, voy a decir que lo que nos preocupan  son las multas ante la falta injustificada en el deber de votar.

 Así que a mi juego me llamaron, estuve revisando la Acordada de la Cámara Nacional Electoral n° 37/2013 en la cual entre otras cosas se establece el sistema de multas. Paso a detallar.

El apartado 4° de la Acordada establece que “el valor de la multa ascenderá a cincuenta pesos ($50) cuando la infracción se cometa respecto de uno solo de los actos electorales –primarias o generales-. El monto de la segunda infracción ascenderá a cien pesos ($100), que se acumularán a los cincuenta pesos ($50) correspondientes a la primera infracción.”

Cabe agregar que quienes no voten en las primarias, no estarán habilitados para votar en el siguiente acto electoral. Por lo que la multa de quienes no voten el próximo domingo será en definitiva de $150, mientras que quienes no lo hagan en las elecciones nacionales será de $100.

Ergo, quien no vote y no se encuentre justificado deberá pagar la multa. Ahora, aclaremos quienes se encuentran justificados.

Quienes hayan perdido o tengan en trámite el DNI, no aparezcan en el padrón electoral, se encuentren a más de 500 km del lugar de votación o estén en el extranjero o finalmente quien se encuentre enfermo el día de los comicios.

Todas estas personas tendrán un plazo de 60 días para acreditar con el certificado correspondiente el no voto por alguna de las razones anteriores.

Ahora, pensemos un poco, dada la gratuidad de dicho acto.

Encuadrados en el sistema jurídico positivo que ahoga a los iusnaturalistas como yo, el sistema de multas es lógico, pues lo preveé una norma (dogma jurídico positivista) sancionada formalmente. El sistema, establece  que ante la infracción de una norma se aplique una sanción.  Aquí la infracción es el no votar y la sanción, la multa.

Pero la cuestión que planteamos es otra.

¿Qué es lo peor que nos puede ocurrir si no votamos?

La multa, es lo peor. Dinero, nada más. Si no se tiene el dinero, se podrá apelar en la Justicia Electoral y sin duda, se reducirá o se dejará en suspenso el pago de la misma.

Ahora, ¿qué es lo que peor que nos puede ocurrir si votamos?

Bueno, esto es más complicado. Estaremos legitimando con nuestra participación, a candidatos en su mayoría corruptos o negligentes y en su totalidad anti católicos.

Legitimaremos además, este sistema irracionalmente democrático, que sustenta su aparato político en el cordón de pobreza del conurbano bonaerense haciendo la vista gorda al accionar de intendentes y punteros que “dadivosos” con los pobres estructurales reparten a manos llenas electrodomésticos, dinero, drogas, el famoso choripan y hasta los “apretes” violentos a cambio de votos que les favorezcan. 

Todos lo conocemos, pero lo “ignoramos” voluntariamente para que la conciencia no nos moleste. ¿Por qué? Bueno, la diosa Democracia es bastante celosa y exigente, pretende que asistamos a su culto y que nos revolquemos en el lodo popular con una sonrisa en el rostro. Además sus sacerdotes y sacerdotisas (no olvidemos el lenguaje de género) junto con  las normas redactadas por ellos, nos constriñen a participar so pena de multa.
 
Como verán no es tan tremendo. Es preferible conservar la conciencia limpia en lugar de mantener $150 en la billetera.


*** (I)= Iusnaturalista. No confundir con “Ilegal”, aunque hoy el Derecho Natural efectivamente sea considerado como tal.

domingo, julio 28

El Clericalismo invertido.

Capítulo 11. Un Clericalismo invertido.

"El mismo clero que hace ostentación de su desprecio por la sotana, por el latín, por el celibato, por todo lo tradicional, el mismo clero que afirma que el sacerdocio debe ser secularizado y transformado en una especie de padre de familia que fracciona el pan entre los suyos, es el mismo clero que utiliza su condición sacerdotal para someter por coacción moral a los fieles, obligándolos a aceptar por vía de autoridad espiritual sus aberrantes tesis. "



 Por el Prof. Carlos A. Sacheri ***

Luego de haber señalado en sus líneas fundamentales la estructura y ramificaciones de la Iglesia Clandestina en el plano internacional y a modo de preludio de las consideraciones subsiguientes respecto de su proyección en la realidad hispanoamericana y argentina, conviene puntualizar un aspecto esencial a la metodología de la subversión progresista: el clericalismo.

En el sentido generalmente aceptado, el clericalismo es el abuso de poder ejercido por los clérigos. El sacerdocio, en cuanto ministerio divino supone el ejercicio de cierta autoridad. Siendo de suyo una actividad sobrenatural –ministerium salutis- la autoridad que compete al sacerdote es de índole espiritual, i.e., el gobierno de las almas, que llaga hasta la intimidad de los corazones y escruta las conciencias. Ministerio delicadísimo que debe estar como anclado en la vida de la gracia para superar la permanente tentación del naturalismo. Cuando el clero cede en su fervor, tiende a secularizar el sentido de su misión divina de dos modos fundamentales. En primer lugar confunde lo que es atributo propio de su función de servicio a la comunidad cristiana con sus propias cualidades personales, de manera tal que lo que es propio del cargo o estado es ejercido en provecho propio como si se tratara de un bien particular. En segundo lugar, aquella autoridad que le es asignada sobre los fieles para orientarlos hacia su destino eterno, se degrada en mera voluntad de dominio temporal. Como toda actitud originada en el orgullo, esta desvirtuación del ministerio sacerdotal es fuente de conflictos, de escándalos y aún de cismas, máxime cuando la arbitrariedad se disimula con motivos nobles y elevados principios. Corruptio optimi pessima. Pocas cosas resultan menos tolerables, por lo general, que el abuso de la función eclesiástica… Una vez desvirtuado el ministerio en su espíritu, su ejercicio tiende a borrar la sabia distinción entre el orden espiritual y el orden temporal; el abuso de poder reside no sólo en corromper la esencia sobrenatural de la misión, sino también en invadir un orden de actividades que exceden su competencia específica. La historia de la Iglesia nos presenta numerosos testimonios de tales deformaciones de la función clerical.

La tentación del clericalismo ha existido siempre y seguirá existiendo mientras haya sacerdotes, así como la posibilidad del adulterio acompañará siempre al matrimonio mientras este exista. Por lo tanto, el clericalismo no es de ayer ni de hoy, pero existió ayer y existe hoy, aun cuando sus modalidades respectivas hayan sufrido una profunda transformación. En efecto, el clericalismo tal cual se lo ha conocido en el pasado, consistió en abusar de la autoridad para defender una situación, un orden de cosas que favorecía –o al menos, aparentaba favorecer- al mantenimiento o al progreso de los valores religiosos. Tal orden de cosas coincidía frecuentemente con el éxito, la prosperidad material, la comodidad o, al menos, la tranquilidad del clérigo abusador. En la medida misma en que los ministros religiosos buscaban el mantenimiento de las creencias y de las costumbres cristianas, el fin resultaba legítimo; lo aberrante era el medio utilizado, pues el abuso del poder espiritual va siempre acompañado de graves males. Los malos medios pueden corromper el mejor de los fines; de ahí que el apóstol S. Pablo haya condenado insistentemente el hacer el mal para que de él resulte un bien. Basten dos ejemplos para ilustrar esta modalidad del clericalismo. El primero es el del sacerdote que acumula bienes materiales y se apega a ellos, so pretexto de que ciertos bienes son indispensables para poder desarrollar algunas tareas de apostolado; en la medida en que se apega a tales riquezas, desvirtúa su misión y termina utilizando para su propia comodidad lo que le ha sido asignado para su ministerio. En segundo lugar, con frecuencia se ha visto a clérigos que, conscientes de la necesidad de contar con responsables laicos en el orden temporal, han propiciado por medios muy poco justificables la candidatura de aquellos que a sus ojos revestían cualidades de integridad, de formación o de docilidad.

El clericalismo actual difiere sensiblemente del antes descripto. Acostumbrados a las críticas acerbas que el progresismo neomodernista ha dirigido contra lo que más o menos arbitrariamente ha calificado de “triunfalismo”, de “constantinismo”, de “amalgama político-religiosa”, etc., los católicos no descubren fácilmente la esencia del clericalismo modernista que se oculta bajo la severa actitud de los nuevos fiscales de la historia eclesiástica. Sin embargo, el clericalismo subsiste en su afán de dominio. Su diferencia esencial con el pasado consiste en que mientras el clericalismo “clásico” abusaba de sus atributos para el sostenimiento de la fe, el clericalismo “progresista” abusa de su autoridad para propiciar un orden de cosas contrario a la fe  y a la moral cristianas. Para comprender  esta transformación debe recordarse lo expuesto anteriormente en los puntos 4) y 5) de este trabajo. El progresismo neomodernista fomenta un “complejo de culpabilidad” en los católicos, complejo por el cual todo lo que no marcha bien en el mundo es culpa de la Iglesia. Esta falta de fe en la verdad cristiana y en su eficacia intrínseca, hace del clérigo progresista un adorador de la filosofía moderna y de todo pensamiento o acción que se presenten con aires de novedad, de actualidad. En aras de un aggiornamiento mal entendido, sacrifican todo el inmenso tesoro de doctrina y prácticas que la Iglesia ha ido reuniendo y decantando a lo largo de veinte siglos. El Cardenal Daniélu ha calificado de “complejo de antitriunfalismo”, esta actitud de dimisión: “Desde luego, tenemos que reconocer nuestras faltas. Nos honra el que no practiquemos la autojustificación Pero esas faltas consisten no en ser cristianos sino en no serlo suficientemente. Pues bien, se pretende hacer culpable al cristianismo como tal; actualmente vemos con harta frecuencia cristianos que sienten como una especia de culpabilidad por el hecho de serlo. No se atreven a hablar de Dios, como si Dios constituyera una alienación. No se atreven a hablar de la vida eterna, como si ello fuera equivalente a apartar de las tareas temporales. No se atreven a hablar de oración, como si ella implicara no sé qué sospecha de evasión. Diríamos que quieren pasar inadvertidos, que quieren confundirse con los demás, borrar las fronteras entre la Iglesia y el mundo, entre el sacerdocio y el laicado, entre la fe y el humanismo” (1). En otro capítulo de la misma obra, Daniélu constata que “una corriente de pesimismo pasa actualmente por dentro de la Iglesia” y luego de analizar este fenómeno concluye: “Lo que no admitimos es que, so pretexto de acción temporal, se eche por tierra la ida espiritual; so pretexto de promocionar al hombre, se acaba con la adoración de Dios; so pretexto de profetismo, se acabe con los sacramentos; so pretexto de secularismo, se acabe con el sacerdocio. La inmensa multitud del pueblo cristiano y la inmensa mayoría de los sacerdotes están viendo como hay bastantes clérigos que son asesinos de la Fe”.

El proceso de secularización de lo religioso denunciado en estas páginas como objetivo del naturalismo modernista y progresista, pone al servicio de este “asesinato de la Fe” –denunciado elocuentemente por Daniélu- la voluntad de dominio, de honores mundanos, de prestigio pseudo-intelectual, de confort material, propio del clericalismo. La prepotencia clerical no ha disminuido en la actualidad, antes por el contrario, tiende a aumentar su peso sobre las conciencias al instrumentar hoy para sus oscuros propósitos técnicas masivas de difusión, antes desconocidas. La insolencia de ciertas expresiones para descalificar públicamente a todo adversario u opositor a sus ideas no reconoce límites ni en la teología ni en la mera cortesía. Así vemos al P. Michonneau hablar de “los perros integristas” o al P. Liégé O. P. denunciar a los supuestos integristas como “los peores enemigos de la Iglesia, peores que el comunismo y la masonería” (en entrevista al “Nouveau Journal” de Montréal). La misma prepotencia caracteriza a la petición pública dirigda a Pablo VI por “cuarenta teólogos” (Küng, Schillebeckx, entre otros) exigiéndole que se pliegue a su (de ellos) “sentido de la Iglesia”, a las declaraciones teleisivas del P. Marc Oraison afirmando que la Virgen María no oyó al ángel sino que soñó que el ángel le anunciaba la Encarnación del Verbo, al “retrato de un Papa” publicitado por Hans Küng, a la ofensiva inaudita del Cardenal Suenens contra el magisterio pontificio en el largo reportaje publicado por ICI en mayo de 1969, etc.

Lo paradójico –en apariencia- es que la prepotencia del clericalismo progresista se ejerce para lograr que los fieles abandonen su fe, su vida sacramental, su oración, sus responsabilidades temporales de cristianización del mundo, en virtud de su autoridad sacerdotal. El mismo clero que hace ostentación de su desprecio por la sotana, por el latín, por el celibato, por todo lo tradicional, el mismo clero que afirma que el sacerdocio debe ser secularizado y transformado en una especie de padre de familia que fracciona el pan entre los suyos, es el mismo clero que utiliza su condición sacerdotal para someter por coacción moral a los fieles, obligándolos a aceptar por vía de autoridad espiritual sus aberrantes tesis. Todo no hace sino poner de manifiesto la comunidad de métodos entre el modernismo denunciado por San Pío X a principios de siglo y los actuales progresistas. En nombre de la autoridad espiritual se exige el abandono de las prácticas religiosas, en nombre de la competencia teológica se prohíbe la difusión de la doctrina social de la Iglesia, en nombre del Evangelio se prohíbe cristianizar la economía, la política, la cultura. En nombre del “sentido de la historia” se impone la colaboración con el comunismo…

*** Sacheri, Carlos A.: La Iglesia Clandestina. Bs. As., Cruzamante, 1977 (5° Ed.), Cap. 11.


(1) “Test”, ed. Beauchesne, cap. 1, París, 1969.

Obispos y Cardenales en la JMJ 2013.





“Hay pues dos profecías en el Evangelio que parecen inconciliables: una es que “las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”; otra es que cuando vuelva Cristo “apenas encontrará fe sobre la tierra”. Y la conciliación debe de estar en el principio o norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada: “En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras”. La Iglesia no fallará nunca porque nunca enseñará la mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no harán, mandarán y no servirán; y mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto los poquísimos heroicamente constantes. Los cuáles tendrán, sí, oh Agustín, una fe más grande que las montañas.”

Castellani, "El Evangelio de Jesucristo", Domingo 10º de Pentecostés.

La década infecta.

"Difícil amar esa gran porquería..."



“El párroco funda su dicho en que Cristo lloró sobre Jerusalén, lo cual prueba que amaba a su patria. ¿La amaba todavía? ¿O la compadecía solamente? Difícil amar esa gran porquería en que se había convertido el Estado Israelita bajo la dirección del hipócrita Caifás, el payaso Herodes y el poder efectivo de una potencia extranjera. No se puede amar sino lo hermoso; y eso no era hermoso. Era una porquería que provocaba en Cristo una indignación parecida al vómito; y un horror como el que se tiene al verdugo. Todo eso era hermoso, frondoso y pomposo solamente por fuera, como la higuera estéril. Todo eso había acabado su función en el mundo y debía secarse irremisiblemente, maldecido por Dios.”

Castellani, "El Evangelio de Jesucristo", Domingo 9º de Pentecostés.

Castellani estuvo afilado esta última quincena de julio.




Nuestro querido Cura Loco ha estado imparable con los sermones de los domingos 9º y 10º de Pentecostés. ¿O seremos nosotros que los malinterpretamos? 

Como quiera que sea, yo dejo los textos tomados del “Evangelio de Jesucristo” y una foto sugerente al tema que se refieren, y el que no crea, que reviente.


Un artículo del Profesor Sacheri para Mons. Taussig. Y el saludo y el abrazo cordial al Profesor Caponnetto por la insólita situación que ha tenido que batallar en San Rafael.





Que reproducimos completo en otra entrada. De este entrecomillamos sólo un pequeño texto para el curerío progre mafioso argentino:

“La prepotencia clerical no ha disminuido en la actualidad, antes por el contrario, tiende a aumentar su peso sobre las conciencias al instrumentar hoy para sus oscuros propósitos técnicas masivas de difusión, antes desconocidas. La insolencia de ciertas expresiones para descalificar públicamente a todo adversario u opositor a sus ideas no reconoce límites ni en la teología ni en la mera cortesía.”


“Lo paradójico –en apariencia- es que la prepotencia del clericalismo progresista se ejerce para lograr que los fieles abandonen su fe, su vida sacramental, su oración, sus responsabilidades temporales de cristianización del mundo, en virtud de su autoridad sacerdotal. El mismo clero que hace ostentación de su desprecio por la sotana, por el latín, por el celibato, por todo lo tradicional, el mismo clero que afirma que el sacerdocio debe ser secularizado y transformado en una especie de padre de familia que fracciona el pan entre los suyos, es el mismo clero que utiliza su condición sacerdotal para someter por coacción moral a los fieles, obligándolos a aceptar por vía de autoridad espiritual sus aberrantes tesis.”

domingo, junio 23

Espíritu parroquial.

Si el lector sabe leer un poquito más detenidamente de lo que corresponde a un análisis superfluo, convendrá con nosotros que lo que en este artículo se dice para la Fraternidad Sacerdotal San Pío X bien vale para todos aquellos sacerdotes que cumplen en la actualidad una función "supletoria", dirigiendo almas, confesando, administrando sacramentos en lugares dónde los responsables de hacerlo, no lo hacen. O también los grupos de católicos que se ven obligados a "esquivar" su capilla o parroquia más cercana para buscar los sacramentos de la salvación en otro lado...



Estamos en tiempos difíciles para la historia de la Iglesia; ya lo sabemos. Y también sabemos que en los tiempos difíciles e inestables lo que hay que hacer es procurar, en la medida de lo posible, volver a lo estable, es decir, al espíritu en que la Iglesia ha trabajado siempre. Tales son los principios que nos inculcó siempre nuestro venerado Fundador.

Monseñor Lefebvre nos decía muchas veces que nuestra función, la de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es una función supletoria. ¿Qué significa una función supletoria? Acudir al provecho de las personas que nos piden nuestra ayuda espiritual porque los sacerdotes que tendrían que ocuparse del bien de sus almas no lo hacen. Hoy en día los que tendrían que pastorear a las ovejas, ya no trabajan en su salvación y por eso recurren a la Fraternidad San Pío X, confiando recibir de ella lo que no reciben de sus pastores. De este modo, la atención de la Fraternidad se dirige principalmente a los fieles que piden su ayuda espiritual de modo real; sin esta petición de auxilio, los sacerdotes de la Fraternidad no tendrían una función definida.

Ahora bien: al acudir en auxilio de las almas, los sacerdotes de la Fraternidad ni pueden proceder del modo que les parezca, fruto de su invención. Ese modo de actuar que ya ha inventado la Iglesia: es la Parroquia. No cuesta mucho ver cómo han actuado siempre los sacerdotes, incluso los misioneros llegados al Nuevo Mundo: creando lugares de culto definidos por un edificio (iglesia) y un lugar al que acuden los fieles para cumplir sus obligaciones con Dios. Los mismos misioneros franciscanos y dominicos lo hicieron así: Juan Diego en México, por ejemplo recorría todos los días a pie una distancia considerable desde más allá de la Villa hasta Tlatelolco para asistir al Catecismo y la Misa. De este modo, los fieles concretan, si así podemos decir, su práctica religiosa con un lugar, unos pastores y un rebaño definidos.

Por los problemas actuales en la Iglesia que ya hemos evocado los fieles se han visto obligados a desvincularse de sus parroquias propias y a buscar la verdadera Misa y los verdaderos Sacramentos allí donde podían encontrarlos. Pero al ser muy pocos los sacerdotes que podían dar su ayuda, y al verse obligados a darla sólo de modo esporádico por sus continuos viajes y por la escasez de lugares de culto los fieles se han visto obligados durante algún tiempo a no poder asistir a la Misa de siempre más que de un modo irregular y en domicilios particulares.
Ahora bien: no hay que olvidar que ese modo de actuar aunque es bueno porque se trata de la asistencia a la Misa de siempre y de la recepción de los Sacramentos tal como la Iglesia debe darlos, tiene un gran peligro: desvincular de la vida parroquial, que el modo ideal que siempre ha propuesto la Iglesia. Si esa situación se prolonga mucho tiempo, puede ser causa de un gran mal para las almas, a pesar de tener la Misa y Sacramentos tradicionales. Por eso mismo, Mons. Lefebvre nos recordó siempre a los sacerdotes el deber que tenemos de actuar no a nuestro gusto sino procurando crear un ambiente en todo semejante al de la Parroquia.

La vida en la parroquia.

Es verdad que nuestros Prioratos y capillas no son Parroquias y el Padre Prior no tiene cargo como párroco porque no tiene jurisdicción ordinaria; pero queremos vivir en un ambiente semejante en todo a la Parroquia. De este modo, cuando Dios nos dé la gracia de las cosas vuelvan a su cauce normal, los fieles podrán seguir viviendo en el mismo espíritu de la Iglesia. Nadie sabe cuándo va a suceder eso, pero como la Función de la Fraternidad San Pío X es una función de suplencia, el día que volvamos a la normalidad, nuestra función habrá en cierto modo terminado.
Después de estas consideraciones, pasemos a un estudio de la vida parroquial y del espíritu de parroquia, que debe animar a todas nuestras obras. Parece que a algunos fieles les basta con asistir a la Misa Tradicional, sea donde sea, la diga quien la diga: “No importa dónde se asiste a Misa, lo que importa es ir y cumplir con ella”… Con lo que ya hemos dicho, basta para convencerse de que tal no es, ni siquiera en tiempos normales, una situación buena.

Pío XII y la Parroquia.

El Papa Pío XII habló dos veces sobre la vida de parroquia, en el año 1953. Son textos muy interesantes:

¿Qué es una parroquia? Es la parte más pequeña de la única y universal grey confiada por nuestro Señor a Pedro. Bajo la autoridad de un sacerdote responsable… es, en la iglesia de Jesucristo, la primera comunidad de vida cristiana, una comunidad ajustada humanamente de tal modo que el pastor pueda conocer a su rebaño y el rebaño a su pastor: Un territorio determinado le señala normalmente sus limites dentro de la diócesis, de tal modo que la parroquia está situada en una parte concreta del territorio” (18 de julio).

Para Pío XII hay una idea muy clara: la parroquia es la “primera comunidad de vida cristiana”. Se compone de un “territorio determinado y limitado”; la parroquia no es un centro de inestabilidad, sino todo lo contrario, un centro de estabilidad: es el mismo lugar donde todos los domingos se reúnen los católicos para dar el culto a Dios:

La parroquia es la Iglesia arraigada en el suelo de todos los países mediante sus instituciones permanentes y su rica experiencia: en torno a su campanario se suceden las generaciones, una tras otra, sin interrupción; las familias que han sellado su unión ante el altar no cesan de encontrar en ella el principio de su cohesión y de su fortaleza, mientras en la escuela católica sus hijos reciben una educación que con la fe sobrenatural perpetúa las virtudes tradicionales de la familia… Cuando se comprueban los peligros del éxodo del campo, cuando se han presenciado los desastres psicológicos y morales de los desplazamientos de habitantes, ¿cómo no apreciar el inestimable beneficio de una parroquia firme y estable para la sociedad?” (18 de julio).

Pío XII habla de los “peligros del éxodo del campo”, de toda la gente que tiene que abandonar su propia parroquia en la que se ha bautizado y en la que ha recibido los demás Sacramentos por cuestiones económicas y emigrar a la ciudad. El peligro está, según las palabras del Papa en que, al abandonar el vínculo hacia la propia parroquia, se puede igualmente perder el fundamento de la firmeza y estabilidad en la práctica cristiana.
En la parroquia, los fieles santifican el día del Señor y cumplen con todos sus deberes para con Dios:

Al pie del altar del sacrificio, en torno al púlpito de donde se recibe la palabra de la verdad, es donde el descanso dominical adquiere su pleno desarrollo: un descanso del trabajo, un reposo del cuerpo y del espíritu, sin duda… pero ante todo, es un día consagrado al culto de Dios, en la forma pública y social que le es debida” (18 de julio)

Para Pío XII, como vemos, cumplir con el precepto dominical no sólo es la Misa, sino también escuchar el sermón, “recibir la palabra de Dios”. La Misa dominical tiene que estar acompañado por el sermón, pues la ley de la Iglesia obliga a los párrocos a que se prediquen los domingos y días festivos (Código de Derecho canónico, can. 1344). No es normal asistir a una Misa dominical en la que no haya sermón. En el sermón es donde el sacerdote enseña “todo lo que los fieles han de creer y practicar para salvarse” (Ibíd.., can. 1347).

Finalidad de la Parroquia

La verdadera función de la Parroquia y del sacerdote es la de llevar a las almas a Nuestro Señor; todos los medios que se empleen tienen que dirigirse a este fin:

Con el espíritu de esta unión común, vosotros debéis obrar - decía a los párrocos- incansablemente para que Jesús sea conocido, amado y servido por todos. No olvidéis que este es el fin de toda la vida parroquial. Lo demás es valorado en tanto en cuanto ayude a la consecución del fin que la Iglesia quiere obtener. El campo de deportes, el teatro, el cine parroquial, la misma escuela, si la hay instituciones todas utilísimas y frecuentemente necesarias, no son el centro de la parroquia. El centro es la iglesia, y en la iglesia el tabernáculo, con el confesionario a su lado; allí encuentran vida las almas muertas y recuperan la salud las enfermas” (11 de enero).

La Parroquia es, pues, la santificación de las almas por medio de la estabilidad. El Papa Pío XII define a los buenos feligreses de la parroquia:

Es necesario aprender a reconocer a los verdaderos fieles de la parroquia. Estos no se cuentan propiamente en el cine parroquial, ni en los desfiles y en las procesiones; ni siquiera, para ser exactos, en la sola misa dominical. Los verdaderos fieles, los vivos, se ven al pie del altar, cuando el sacerdote distribuye el Pan vivo bajad del cielo” (11 de enero).

Apostolado parroquial.

Pío XII aprueba los diferentes grupos de acción católica que puede haber en la parroquia, pero pide la “unión efectiva” de todos ellos para realizar el fin de ésta: la “unidad en el vértice”, que como ya ha señalado, “es la iglesia,  en la iglesia el tabernáculo, con el confesionario a su lado”.

Es necesario llegar a la unión efectiva de todas las fuerzas militantes… La unicidad, al destruir la variedad, sería un error estratégico en la ordenación del frente católico. Ninguna duda, por lo tanto, de que deba ser grande el respeto a las varias Asociaciones aprobadas y bendecidas por la Iglesia, al menos mientras se conserven vivas y vitales. Pero una variedad dejada a sí misma, sin que vuelva a encontrar… la unidad en el vértice, tendría efectos dañosos en la dirección de la pacífica lucha por la conquista del mundo para Cristo” (11 de enero).

Nuestro apostolado tiene que finalizar, pues, en la Parroquia, no salirse de estos límites. Si no, es trabajar en balde. Catecismo, grupos de deporte, campamentos, etc., todo tiene que tener por finalidad atraer a la gente a una vida de parroquia, a esa estabilidad de la que habla Pío XII; de otro modo, es un apostolado que no da fruto verdadero. ¿De qué valdría, por ejemplo, organizar ceremonias de Primeras Comuniones que no van a dar fruto en la parroquia?: los niños recibirían a Jesús por primera vez, pero para la mayor parte sería la última. ¿De qué valdría proceder a Matrimonios desvinculados totalmente de una vida de parroquia? Recibir la gracia del Sacramento del Matrimonio y al día siguiente ponerse en pecado por no asistir siquiera a la Misa dominical…

Todo el apostolado parroquial tiene que emanar de una “fuerza centrífuga”: que sale de la Parroquia; y tiene que volver a ella por una “fuerza centrípeta”: que hace ir a la Parroquia. Y el centro de esta fuerza es Nuestro Señor. Por eso Pío XII había titulado su discurso del 18 de julio de 1953: “La parroquia, célula base de la sociedad”. Con este solo título lo dijo todo.


Estrella Solitaria – Suplementos -. Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Priorato Cristo Rey, Santiago de Chile.

Dos buenas iniciativas y un error absurdo.

El error de fondo no hay que ser un cráneo para entender que es el de poner dos excelentes actividades católicas en una misma fecha: "por falta de feriados y fines de semanas largos". Y uno que pensaba que de feriados ya estábamos hasta la coronilla debido a las concesiones de este gobierno crápula. 

Bueno, no hay porque sobreabundar en estas consideraciones. Sólo digamos que por este camino se da una muestra más del infantilismo en el que sigue cayendo el catolicismo tradicionalista argentino, que cree que está por reconstruir la Cristiandad en el siglo XXI y solamente está en aquella discusión que mencionaba Chesterton sobre el color verde de las hojas de los árboles... Una pena.

Así y todo, vayan las dos invitaciones, para que los buenos católicos que leen este blog puedan elegir a dónde dividirse este año en agosto.



Peregrinación a Luján "Nuestra Señora de la Cristiandad" - 2013



Jornadas de Formación del Litorial Argentino - 2013


lunes, abril 29

Los emigrados.




por el Padre Leonardo Castellani ***


“Pero tú ¿sabes bastante hebreo para hablar sobre los hebreos? Y sobre todo ¿amas bastante a los judíos como para escribir contra los judíos?.

(H.D. Cazón).

En el subte, el tranvía, el colectivo, nos hallamos los que no tenemos taxi, apretados contra gente que habla alemán o italiano con cierta agitación y un tono en que todo, gesto, actitud y afinación, los diseña como gente extraña. ¿Qué es eso? Son los “emigrados”.

De acuerdo con la ley argentina, o por debajo y encima délla, he aquí una cantidad de hebreos extranjeros de tipo urbano (habitantes de ciudades) que irrumpe en nuestro medio social y se infiltra en la ciudad alegre y confiada. Han venido sin dinero y muchos déllos necesitan con urgencia “colocación”. No cualquiera colocación es apta para ellos porque son gente ya formada, a veces rígidamente “especializada”, unilateralizada. No conocen nuestra lengua, mucho menos nuestras costumbre. No están en la mejor disposición para asimilarlas tampoco, desde que el desastre que se abatió sobre ellos (intus existens próhibet extraneum) los pone en un estado psicológico especial, muy comprensible, de inquietud, distorsión y resentimiento, polarizando con fuerza su vida mental hacia cuestiones que no son las nuestras, o entre nosotros no se plantean idénticamente. A diferencia de los recios “gringos”, retratados por Agustín Zapata Gollán [1] que vinieron antaño de Italia “col suo onore” y durmieron “sul duro terreno”- éstos no son agricultores. A diferencia del vivaz “gallego” separado de nosotros sólo por el inconciente prejuicio de superioridad respecto de “la América”- éstos no creen en Jesucristo, ni rezan en español. A diferencia de los emigrados de Coblenza, éstos no pueden formar entre nosotros altaneros grupos aislados con finanzas propias, especies de islotes provisorios impermeables. Es una nueva clase de emigrados. Hay que pensar en ellos. Mas para pensar no es lo mejor enojarse estúpidamente.

El antisemitismo es una estupidez. O mejor dicho no es una estupidez, es propiamente una “animalidad”. Es en su principio una especie de reflejo distintivo, una cosa para ser superada y dominada por la razón, no digamos nada de la fe. Bergson (2) ha constatado exagerándolo (siendo israelita no podía ni verlo) el carácter de instintividad en el movimiento de repulsa al extranjero (y el judío es el extranjero antonomástico), en el cual movimiento ve el filósofo una medida precausional de la naturaleza y como dice él, “uno de los caracteres de la sociedad natural” de la “horda”. Por la fe sabe el cristiano que en su alma lo “natural” debe ser superado (“super-natural”); pero los filósofos dicen que es forzoso para eso que no sea destruido. Digamos que debe ser “integrado”. El antisemitismo (odio ciego al judío porque judío) es una falta de integración y muchas veces una falsa integración dése movimiento natural de repulsa. Por eso es simplista, imprudente, desmesurado, estrecho.

Sólo que el filosemitismo liberal es peor. La solución liberal del llamado “problema judío” consiste en negar el problema. El liberal ignora la naturaleza, quiero decir la naturaleza concreta, que para el cristiano es una naturaleza “caída”. El liberal cree con tenacidad dogmática en la Fraternidad Universal y Laica, cree en la  Fraternidad seclusa  de la Santidad, en la hermandad de todos estos hijos de tantas madres prescindiendo del Padre Celeste, y sin ninguna necesidad del Padre Celeste, y sin ninguna necesidad del Padre Nuestro. Hablo del liberal rusoniano tipo La Prensa; hay tantos sentidos désta palabra “liberal”… (a mí mismo me llaman “cura liberal”. ¡qué habré hecho!). Y en este enredo nos hallamos ahora los argentinos. Los judíos perseguidos apelando a nuestra “liberalidad” de cristianos. Los liberales liberalescos derramando lagrimitas sobre la terrible desdicha de Israel, incomprensible para ellos. Los “nazistas” desatando desenfrenadamente (a veces sin la menos prudencia cristiana) la repulsión natural que sienten hacia el judío, malmezclada con la preocupación justa acerca del “problema judío”, al cual complican y empeoran por el mismo caso. El pueblo sintiendo crecer sordamente su prevención contra “los rusos” ricos valiéndose de todos los medios tradicionales, buenos o malos –desde el dinero y el diario hasta la simulación y el subterfugio, pasando por la “defensa de la democracia”- para afianzar su situación entre nosotros. ¿Y no hay problema judío? - ¡Ojalá!

La solución que le han dado en Europa primero Hitler y después Mussolini no es cristiana. Es posible que ni siquiera sea solución como opina Belloc (3), por demasiado simplista. Es cierto que no es cristiana por demasiado injusta. En vuelve una regular cantidad de injurias a particulares que creemos ninguna razón de estado puede cohonestar. Por divergente que sea el Estado Fascista de su antecesor el Estado Liberal, la nación es la misma, y tiene el deber de hacer honor a sus obligaciones. Ahora bien, el Estado Liberal, alemán o italiano, había puesto a los judíos antaño en pie de igualdad ciudadana con todos;  y al hacerlo, concluyó una especie de tácito contrato bilateral. No decimos que haya obrado sabiamente al hacerlo, decimos que de hecho lo hizo. No puede ahora en rigor de justicia rescindir ese convenio tácito de modo unilateral. Si autorizó a los hebreos a diplomarse de médicos en sus facultades, verbigracia, no le es lícito ahora prohibirle el ejercicio de la medicina  brutalmente, sin juicio previo, sin compensación. Si les permitió adquirir propiedades y riquezas  sin límite alguno, no puede ahora decentemente echarlos del país expoliándolos. Y aun cuando le fuese lícito, dice Sto. Tomás en su Regimine Judeorum, no le es “decente” a un príncipe cristiano ponerse al nivel del usurero a disputar por plata o aparecer ante la gran comunidad de Israel, prometida a la conversión, como despojándola. Y lo peor es que el despojo cae casi siempre sobre los pobres, mientras los peces gordos rompen las redes.

El problema existe; pero la solución “nazi” tiene los caracteres inhumanos e imprudentes de la mentalidad pagana.

Ahora que si el Fuhrer o el Duce son injustos o brutales, no tenemos nosotros toda la culpa. Este es otro punto que es menester capten estos emigrados, puesto caso que el primero lo captan perfectamente. La desgracia que han sufrido crea a nuestra piedad un deber de conmiseración prudente,  y más en el caso de israelitas convertidos; pero no nos crea el deber  de poner el país patas-arriba por ellos. La persecución que sufren no puede no conmover al cristiano. Ser perseguido, el cristiano debe saber lo que es, y saber que es irrevocable sino y suerte suya, tanto más cuanto más cristiano sea. Pero désto sacan ellos una serie de conclusiones precipitadas, que nos colocan en seguida con ellos en estado de malentendido. Declarémos entonces, ya que cuentas claras conservan amistades.

Un intelectual periodista o profesional judío expulsado de Alemania por razón de su raza –suponiendo que de hecho los “expulsen”- ha sufrido una desgracia y un castigo inmerecido, sea. Pero aquí en la Argentina hay muchos que han sufrido también desgracias, no menores. También en la Argentina hay bancarrotas, hay desocupación, ¡hay lepra!, suicidios también, demasiados suicidios. “¡Este era un distinguido profesor, y ahora no tiene con qué pagar la pensión!”. Hay argentinos en el mismo caso, no menos buenos intelectos que cualquiera. Hay niñas de apellidos patricios, de familias que simplemente han “construido” esta nación, que dactilografían para ganarse el pan. Hay profesores del mayor talento que tienen que hacer gacetillas de diario por $160 mensuales. Hay escritores de verdadera alcurnia que viven trabajando de tipógrafo. Y peor todavía, hay gente que tiene hambre crónica, o vive en viviendas imposibles, y esto no sólo en Santiago y en Salta, sino en los llanos de Balcarce y Necochea, es decir, en la gleba más gorda del país y más fértil del mundo, y eso trabajando de sol a sol. Los señores “emigrados” harían bien en preguntar por los paperos de la provincia de Buenos Aires. Preguntar qué es un “papero”.

Por lo tanto, primera prevención: “¡À la queue, à la queue, à la queue!”, como gritan en París cuando uno quiera deslizarse delante de los que están esperando.

La segunda prevención son las papas: las cuales ahora queman. Estos emigrados (y lo mismo digamos de los “intelectuales” españoles “leales” que se quiere importar) ni saben ni pueden sembrar papas. No será culpa déllos, pero es el hecho; no sirven para sembrar papas. Cuando justamente una de las finas operaciones políticas sería hoy en la Argentina conseguir que la mitad de los criollos que tienen “puestos” en nuestra recargada burocracia, los dejasen para sembrar papas, estos “emigrados” traen en su fondo natural la ilusión apasionada y el ideal fantástico de que se multipliquen los “puestos” para no tener ellos que sembrar papas. O más en serio: los problemas generales del país deben pasar  rígidamente delante de todo sentimentalismo acerca del problema de un grupo cualquiera –no digamos de un grupo advenedizo.

Dios nos libre y no guarde; pero si Dios quisiera (como es muy dueño) nuestro trabajo de periodistas volverlo inútil, nosotros no soñaríamos en hundir al país con nosotros o reformarlo, o revolucionarlo; más bien trataríamos de ir tranquilamente a sembrar papas.

La tercera observación es que la cristiana conmiseración no debe ser ciega. Un católico debe comprender a un judío perseguido, porque él mismo fue y será perseguido; pero debe capacitarse a ver la diferencia. Hay diferencia. Un judío perseguido ordinariamente puede huir; un cristiano tiene que morir. “Debitura martirii fides”. El judío, siendo cosmopolita o internacional, se destierra; pero morir es peor aún, y el cristiano tiene ese deber de morir por su tierra. Este es el punto de la diferencia, el tener o no tener tierra. Los ingleses católicos fueron segados limpios, los que permanecieron fieles a la fe, en tiempo de Elizabet la Grande: casi no quedó ni semilla. El singular hecho de ser una raza desraizada, le vale al israelita una propiedad volandera y movediza que hace su suerte material menos atroz que la nuestra cuando sobre unos u otros se abate el infortunio colectivo. Ellos están más livianos, se podría decir, para cuerpear los colectivos desastres. Los católicos de México, los católicos de Rusia, los católicos de España, han sido sometidos a una prueba mucho más dura que hacer la maleta y cambiar de país. Atados por lazos de carne, sangre y alma –familia, de, tradición, historia y linaje- a un terreno terrón, a un país y a una patria, tienen la precisión libre y forzosa de reventar con ella si revienta ella. El judío “raja”. Y después llora. Que llore. Pero no tanto. O bien que llore por todos. O si no, que no se llore por ninguno.

Apropósito de lloro, la revista Nosotros, que nos es simpática, llora últimamente la suerte de una gran editor judío italiano que se suicidó espectacularmente. Suicidarse es también una manera de huir, que a nosotros no nos es permitida. Salvo el sacro respeto a la tragedia de aquella triste alma (que nos pintan como un alma buena y lo fue sin duda) el suceso está en el mismo plano que el suicidio del otro argentino de anteayer que se mató porque le negaron el certificado prenupcial, por ejemplo, y para nosotros tiene menos trascendencia que la ola de suicidios resonantes y horrorosos que hemos sufrido últimamente. Si es que quieren incriminar a Mussolini el suicidio de Formiggini, lo mismo podían inculpar a Roosevelt, por ejemplo, del suicidio de Don Lisandro de la Torre.

Simplemente al tal señor Formiggini le ocurrió una desgracia, no pudo resignarse, y careciendo de toda fe religiosa o cristiana o judía, pidió la liberación de su dolor a un acto violento y contra natura que los pasquines llaman “heroico” cuando sucede en una democracia y “atroz” cuando pasa en una dictadura. Frente a la desgracia hizo hara-kiri, lo mismo que un pagano cualquiera, lo mismo que un Séneca, que un Fisho-Hito, o que un… Roehm. ¿Qué desgracia le pasó? –Perdió su fortuna. ¿Cómo la había hecho? –Vendiendo libros. ¡Vendiendo libros!

Nosotros no tenemos la culpa que nos hagan meditar sobre este caso; y no quisiéramos ser ásperos con ninguno. Pero ¿vendiendo libros, eh? ¿Y qué libros? ¿Libros buenos o libros malos? – De todo. ¿También libros anticristianos? – También. ¿Y libros de Guido da Verona? – Por supuesto. ¿Y los cristianos qué hacían mientras el hebreo Formiggini y el hebreo Verona ganaban plata en Roma con libros anticristianos? – Los cristianos tenían que aguantarse, tomar quina, cuidar a sus hijos, fundar y sostener a gran costo escuelas particulares donde tales libros no pisaran, pagar una nurse (si podían) para cuidar a los nenes de los kioscos de Formiggini -¡y encima los muchachos leían lo mismo a escondidas los libros de Formiggini! ¡Si son los libros de Formiggini justamente los que han hecho hoy posibles y necesarios los otros libros de Rósemberg y Hitler! ¿Entonces los cristianos estaban como si dijéramos “perseguidos” por Formiggini? –Exactamente. Y no tenían ni el recurso de suicidarse a sí mismos, ni matarlo a Formiggini, ni siquiera el consuelo de propinarle una pateadura. Ahora se da vuelta la policía en contra de Formiggini, Formiggini se elimina, y los cristianos tienen que alimentar la familia de Formiggini antes que la suya propia. No señor. Ese razonamiento no vale. Una cosa es ser santo y otra cosa es ser sonso, decía mi tío el cura.

Fuera de bromas (y conste que bromeamos para no llorar) no sería hermoso que los cristianos vilmente se desquitaran ahora de sus persecuciones (promovidas por el judaísmo a veces) con esta persecución al judaísmo que hacen ahora los paganos. No, señor. Pero no olvidar tampoco que la persecución por la fe virilmente sufrida no es un mal, y sufrida por las propias culpas, no es un mal absoluto. “Si os persiguen por malos (decía ya en el siglo I el Papa Pedro I en su primera encíclica) no es muy glorioso que digamos, pero en fin, aguantad igual; pero si os persiguen por bueno y benéficos, eso es una verdadera gracia de Dios” (I Petr. II, 20).

Para decir la verdad, yo no sé si Formiggini vendía libros anticristianos; pudiera ser que por excepción no los vendiese; pero yo sé que en general los venden, tanto los judíos como los malos cristianos de hoy, socapa de la omnímoda libertad de comercio que lleva por nombre libertad de pensar; y sé también a quienes pertenecen las innumerables libreriucas alemanas llenas de inmundicias que florecen como una primavera en las inmediaciones de la Avenida Alem. El judío en la época moderna es en general comerciante; el comercio es su fuerte y su triunfo, y Carlos Marx llega a decir que hasta su “esencia” [4]. Pero el comercio en la época moderna ha llegado al poder político (plutocracia) y ha visto dilatarse hasta el infinito los límites de su función y su objeto [5]. La difícil cuestión judía en general (y la de Formigginni en particular) está pues íntimamente complicada con la cuestión de la “licitud del lucro” (S. Th. 2-2ª, 77). La cuestión de la “licitud del lucro” es esa discusión moral teórica que los antiguos filósofos desenmarañaron con tal delicada  dialéctica que el flamante Rector de nuestra flamante Universidad de Cuyo trató de “mente vacía” y comparó con la piedra filosofal y el elixir de larga vida. (Aristóteles, Política, 1. I, cap. VI y VII; 1, II, cap. II, 171). Y tenía razón el Rector en el fondo por sonsas que suenen sus palabras. Esas piedras filosofales las perdió la gente de hoy, universitario incluso, junto con la dialéctica de los antiguos. Por eso justamente, decía mi tío el cura, porque se perdió aquella dialéctica del distingue frequenter y la gente de hoy día se dispensa de pensar. Rectores incluso, de más en más cada día, por eso existe el antisemitismo y por eso la cuestión judía se vuelve insoluble o violenta [5 bis].

Pero no quiero abordar aquí la cuestión judía ni la otra, sino sólo recordar nuestro grave peligro de la emigración indisciminada. Los tres Bacquié padre, hijo y sobrino, los tres franceses que se alzaron con cinco millones de francos en París hace poco, han declarado al ser visitados por la policía bonaerense que “habían venido a la Argentina por saberlo un país libre y el más apropiado para gozar de tranquilidad” (La Nación, 19-IV, 1939). Los que leen novelas policiales inglesas –y yo mismo tuve ese vicio- saben que cuando un novelista inglés no sabe qué hacer con un criminal lo manda a “regenerarse” a la Argentina. Un amigo mío medio maniático ha coleccionado un lista nada menos de 13 novelas que incluyen tan curioso rasgo. No quiero copiarla aquí; pero permítaseme copiar un párrafo de la primera déllas, la primera en todos sentidos, The Hound of the Baskerville (Ed. Penguin, cap. X, pág. 154), que es libro clásico entre todos los cuentos de “detectives”.

Habla Watson, el auxiliar de Sherlock Holmes, con el pariente de un asesino fugado de presidio.

- “El tipo es un peligro público. Hay casitas separadas por todo en esta landa, y él es un nene que no lo para nadie. Basta verle la cara… No hay seguridad para ninguno aquí mientras el tipo no vuelva a estar entre rejas”.

Contesta el pariente:

- “Señor, aquí no va a molestar más a nadie. Yo respondo déllo. Y no va a molestar más a nadie en este país. Yo le juro, que dentro de pocos días se habrán dado los pasos y él estará embarcado para… “South-America”. Por el amor de Dios, señor, yo le suplico que la policía no llegue a saber que está en la landa… Yo le ruego no decir nada a la policía.

- ¿Qué le parece, Watson? – dice sir Henry Baskerville, tipo del jerarca inglés.

“Yo me encogí de hombros (cuenta Watson) Y dije: -“Si sale libre de mi país, será un alivio para los contribuyentes… Bueno. Que se vaya”.

De acuerdo a esto podríamos decir que es muy honroso para nosotros que acuerden los europeos al libre y sano aire de la Argentina una especie de poder sacramental ex opere operato para regenerar delincuentes, como una especie de irresistible bautismo de pampa y sol; pero que no se prodigue eso tampoco tanto sin tener un poco en cuenta el bolsillo del contribuyente argentino, más cargado hoy que el contribuyente inglés.

Estas reflexiones baratas las hace implícita, vaga o instintivamente el pueblo nuestro, el contribuyente; me he puesto adrede ahora a pensar “en pueblo” como en mis versos sobre Martita Ofelia. Basta para comprobarlo salir a la calle. Ellas quieren solamente hacer pensar, y de ningún modo fomentar pasión alguna en pro o en contra del judío, que bastante las hay ya malamente encendidas. Y lo que quieren hacer pensar es esto: el “problema judío” existe (y existió siempre), el problema judío se ha trasladado a nuestra patria, su solución no es el odio ciego, ni el sentimentalismo, ni mucho menos la solución “avestrúcica” de cerrar los ojos. Esa solución la hemos de hallar en paz y justicia, judíos y cristianos a la vez; y no se hallará fuera de los carriles de la razón y la moral y sin la palanca de una férrea política nacional y realista.

Entretanto, críen paciencia los “emigrados” y junten luz abajo el pelo los nativos, porque los tiempos son difíciles y con gritar, llorar, insultar, fanfarronear y alborotar no se remedian mucho los problemas grandes. Entretanto no pequemos en lo que es claro, si es que no alcanzamos a pensar de golpe lo que es oscuro.

Si quieren saber la verdad verdadera, el problema judío no tiene solución posible sino fuera y encima de los pseudos-principios del liberalismo rusoniano [6]; y como estamos todavía de liberalismo rusoniano hasta el cogote los argentinos, el problema judío no está maduro todavía para una solución total efectiva, mientras mas está urgentísimo para provisiones particulares [7] de las cuales la más obvia es la (que ya hizo Ortiz) de “cerrar la puerta”; la más primordial es “contemplarlo de frente” y la más profunda es “volvernos lo que somos”, es decir, volvernos de una vez por todas y con toda el alma cristianos.

Es difícil.

Ahora, a los antisemitas crudos y católicos (si es posible esa cruza) hay que pararlos por lo menos con la Teología, de acuerdo a aquel bárbaro soneto de Calixto el Suplente.

SONETO AL HIJO DEL ANTISEMITA

“Son una peste y una porquería”,-
-más habla en fuerte y en cristiano, ea-
“Y tienen mal olor”; -¿tu alma no hedía
antes del baño en sangre galilea?

El Bautismo te ha ungido a la pelea
tú que juraste en él caballería
y dices cada día “Ave María”
a tu Señora, aquella niña hebrea

Consanguíneos en Dios por doble fueron
gracia nosotros y ellos bastardía
como Isaac con Ismael malquisto,

no olvides que el bastardo fue primero,
y que ambas sangres correrán un día
juntas ante el altar del Anticristo.

(De las Ideas de mi Tío el Cura, idea XIV).

[Nota: Este texto del Padre Castellani apareció por vez primera en: Criterio Nº 585 del 8 de mayo de 1939.]

Notas:

(1) Las puertas de la tierra, Jornadas del Litoral. Universidad del Litoral, Santa Fe, Santa Fe, 1939 160 págs.

“Dall`Italia sismo partiti
Siam partiti col nostro onore
In trenta giorni di machina a vapore
In questa América siam arrivati
Non abbiam trovato paglia ne fieno
Abbiam dormito sul duro terreno
Come la bestie siam riposati
E con l`industria di noi italiani
Abbiam formati Paesa e cittá…
E non abbiamo di ché vergoñarsi
E nostra faccia possiamo mostrá…”

(2) Les deux sources, Alcan. 1933, pág. 306.

(3) The Jews, Constable, Ld., 1937, preface, pág. XLI.

[4] “Apenas la sociedad logre suprimir la esencia empírica del judaísmo el chalaneo y sus premisas…” (Marx, La Cuestión Judía”, Ed. An. Ponce, 1936).

[5] “Cupíditas lucrit de se términum non habet et in infinitum tendit… (Sto. Tomás, S. Th., 2 -2oe, q. 77, a. 4).

[5 bis] Me refiero al discurso de Rector [sic] Dr. Edmundo Correa que dice: “Cada época tiene un contenido y un alma propia: los Flatus vocis del escolasticismo medioeval tradujeron una infinita vaciedad y la retorcida dialéctica d sus doctores sutiles; la piedra filosofal y el elixir de larga vida condensaron toda su alquimia en los claustros de la Colonia; resonó el eco del ergotismo monacal de la América Hispana. Sin embargo toda esa ciencia infusa y misteriosa deshumanizada y arbitraria fue… reflejo de tiempos. ¡Cuán débil y vacilante era la luz…” etc. (La Nación, 28-IV-1939).

[6] Eso es lo que demuestra también Marx n el opúsculo arriba citado.

[7] El último número de la Revista Geográfica Argentina da como existencia de israelitas entre nosotros 270.000, igual que Francia, dato del Prof. De la Univ. de Jerusalén, Roppin. El dato es viejo. Ahora [1939] hay muchísimos más. Deben andar alrededor del medio millón, según cómputos probables.

*** Leonardo CASTELLANI: Las ideas de mi Tío el Cura. Bs.As., Excalibur, 1984, Cap. XIX.