por el Padre Leonardo
Castellani ***
“Pero tú ¿sabes bastante hebreo para hablar sobre los
hebreos? Y sobre todo ¿amas bastante a los judíos como para escribir contra los
judíos?.
(H.D. Cazón).
En el subte, el
tranvía, el colectivo, nos hallamos los que no tenemos taxi, apretados contra
gente que habla alemán o italiano con cierta agitación y un tono en que todo,
gesto, actitud y afinación, los diseña como gente extraña. ¿Qué es eso? Son los
“emigrados”.
De acuerdo con la
ley argentina, o por debajo y encima délla, he aquí una cantidad de hebreos
extranjeros de tipo urbano (habitantes de ciudades) que irrumpe en nuestro
medio social y se infiltra en la ciudad alegre y confiada. Han venido sin
dinero y muchos déllos necesitan con urgencia “colocación”. No cualquiera
colocación es apta para ellos porque son gente ya formada, a veces rígidamente
“especializada”, unilateralizada. No conocen nuestra lengua, mucho menos
nuestras costumbre. No están en la mejor disposición para asimilarlas tampoco,
desde que el desastre que se abatió sobre ellos (intus existens próhibet
extraneum) los pone en un estado psicológico especial, muy comprensible, de
inquietud, distorsión y resentimiento, polarizando con fuerza su vida mental
hacia cuestiones que no son las nuestras, o entre nosotros no se plantean
idénticamente. A diferencia de los recios “gringos”, retratados por Agustín
Zapata Gollán [1] que vinieron antaño de Italia “col suo onore” y durmieron
“sul duro terreno”- éstos no son agricultores. A diferencia del vivaz “gallego”
separado de nosotros sólo por el inconciente prejuicio de superioridad respecto
de “la América ”-
éstos no creen en Jesucristo, ni rezan en español. A diferencia de los
emigrados de Coblenza, éstos no pueden formar entre nosotros altaneros grupos
aislados con finanzas propias, especies de islotes provisorios impermeables. Es
una nueva clase de emigrados. Hay que pensar en ellos. Mas para pensar no es lo
mejor enojarse estúpidamente.
El antisemitismo es
una estupidez. O mejor dicho no es una estupidez, es propiamente una
“animalidad”. Es en su principio una especie de reflejo distintivo, una cosa
para ser superada y dominada por la razón, no digamos nada de la fe. Bergson
(2) ha constatado exagerándolo (siendo israelita no podía ni verlo) el carácter
de instintividad en el movimiento de repulsa al extranjero (y el judío es el
extranjero antonomástico), en el cual movimiento ve el filósofo una medida
precausional de la naturaleza y como dice él, “uno de los caracteres de la
sociedad natural” de la “horda”. Por la fe sabe el cristiano que en su alma lo
“natural” debe ser superado (“super-natural”); pero los filósofos dicen que es
forzoso para eso que no sea destruido. Digamos que debe ser “integrado”. El
antisemitismo (odio ciego al judío porque judío) es una falta de integración y
muchas veces una falsa integración dése movimiento natural de repulsa. Por eso
es simplista, imprudente, desmesurado, estrecho.
Sólo que el
filosemitismo liberal es peor. La solución liberal del llamado “problema judío”
consiste en negar el problema. El liberal ignora la naturaleza, quiero decir la
naturaleza concreta, que para el cristiano es una naturaleza “caída”. El
liberal cree con tenacidad dogmática en la Fraternidad Universal
y Laica, cree en la Fraternidad seclusa de la Santidad , en la hermandad de todos estos hijos de
tantas madres prescindiendo del Padre Celeste, y sin ninguna necesidad del
Padre Celeste, y sin ninguna necesidad del Padre Nuestro. Hablo del liberal
rusoniano tipo La Prensa ;
hay tantos sentidos désta palabra “liberal”… (a mí mismo me llaman “cura
liberal”. ¡qué habré hecho!). Y en este enredo nos hallamos ahora los
argentinos. Los judíos perseguidos apelando a nuestra “liberalidad” de
cristianos. Los liberales liberalescos derramando lagrimitas sobre la terrible
desdicha de Israel, incomprensible para ellos. Los “nazistas” desatando
desenfrenadamente (a veces sin la menos prudencia cristiana) la repulsión
natural que sienten hacia el judío, malmezclada con la preocupación justa
acerca del “problema judío”, al cual complican y empeoran por el mismo caso. El
pueblo sintiendo crecer sordamente su prevención contra “los rusos” ricos
valiéndose de todos los medios tradicionales, buenos o malos –desde el dinero y
el diario hasta la simulación y el subterfugio, pasando por la “defensa de la
democracia”- para afianzar su situación entre nosotros. ¿Y no hay problema
judío? - ¡Ojalá!
La solución que le
han dado en Europa primero Hitler y después Mussolini no es cristiana. Es
posible que ni siquiera sea solución como opina Belloc (3), por demasiado
simplista. Es cierto que no es cristiana por demasiado injusta. En vuelve una
regular cantidad de injurias a particulares que creemos ninguna razón de estado
puede cohonestar. Por divergente que sea el Estado Fascista de su antecesor el
Estado Liberal, la nación es la misma, y tiene el deber de hacer honor a sus
obligaciones. Ahora bien, el Estado Liberal, alemán o italiano, había puesto a
los judíos antaño en pie de igualdad ciudadana con todos; y al hacerlo, concluyó una especie de tácito
contrato bilateral. No decimos que haya obrado sabiamente al hacerlo, decimos
que de hecho lo hizo. No puede ahora en rigor de justicia rescindir ese
convenio tácito de modo unilateral. Si autorizó a los hebreos a diplomarse de
médicos en sus facultades, verbigracia, no le es lícito ahora prohibirle el
ejercicio de la medicina brutalmente,
sin juicio previo, sin compensación. Si les permitió adquirir propiedades y
riquezas sin límite alguno, no puede
ahora decentemente echarlos del país expoliándolos. Y aun cuando le fuese
lícito, dice Sto. Tomás en su Regimine Judeorum, no le es “decente” a un
príncipe cristiano ponerse al nivel del usurero a disputar por plata o aparecer
ante la gran comunidad de Israel, prometida a la conversión, como despojándola.
Y lo peor es que el despojo cae casi siempre sobre los pobres, mientras los
peces gordos rompen las redes.
El problema existe;
pero la solución “nazi” tiene los caracteres inhumanos e imprudentes de la
mentalidad pagana.
Ahora que si el
Fuhrer o el Duce son injustos o brutales, no tenemos nosotros toda la culpa.
Este es otro punto que es menester capten estos emigrados, puesto caso que el
primero lo captan perfectamente. La desgracia que han sufrido crea a nuestra
piedad un deber de conmiseración prudente,
y más en el caso de israelitas convertidos; pero no nos crea el
deber de poner el país patas-arriba por
ellos. La persecución que sufren no puede no conmover al cristiano. Ser
perseguido, el cristiano debe saber lo que es, y saber que es irrevocable sino
y suerte suya, tanto más cuanto más cristiano sea. Pero désto sacan ellos una
serie de conclusiones precipitadas, que nos colocan en seguida con ellos en
estado de malentendido. Declarémos entonces, ya que cuentas claras conservan
amistades.
Un intelectual
periodista o profesional judío expulsado de Alemania por razón de su raza
–suponiendo que de hecho los “expulsen”- ha sufrido una desgracia y un castigo
inmerecido, sea. Pero aquí en la
Argentina hay muchos que han sufrido también desgracias, no
menores. También en la
Argentina hay bancarrotas, hay desocupación, ¡hay lepra!,
suicidios también, demasiados suicidios. “¡Este era un distinguido profesor, y
ahora no tiene con qué pagar la pensión!”. Hay argentinos en el mismo caso, no
menos buenos intelectos que cualquiera. Hay niñas de apellidos patricios, de
familias que simplemente han “construido” esta nación, que dactilografían para
ganarse el pan. Hay profesores del mayor talento que tienen que hacer
gacetillas de diario por $160 mensuales. Hay escritores de verdadera alcurnia
que viven trabajando de tipógrafo. Y peor todavía, hay gente que tiene hambre
crónica, o vive en viviendas imposibles, y esto no sólo en Santiago y en Salta,
sino en los llanos de Balcarce y Necochea, es decir, en la gleba más gorda del
país y más fértil del mundo, y eso trabajando de sol a sol. Los señores
“emigrados” harían bien en preguntar por los paperos de la provincia de Buenos
Aires. Preguntar qué es un “papero”.
Por lo tanto,
primera prevención: “¡À la queue, à la queue, à la queue!”, como gritan en
París cuando uno quiera deslizarse delante de los que están esperando.
La segunda
prevención son las papas: las cuales ahora queman. Estos emigrados (y lo mismo
digamos de los “intelectuales” españoles “leales” que se quiere importar) ni
saben ni pueden sembrar papas. No será culpa déllos, pero es el hecho; no
sirven para sembrar papas. Cuando justamente una de las finas operaciones
políticas sería hoy en la
Argentina conseguir que la mitad de los criollos que tienen
“puestos” en nuestra recargada burocracia, los dejasen para sembrar papas,
estos “emigrados” traen en su fondo natural la ilusión apasionada y el ideal
fantástico de que se multipliquen los “puestos” para no tener ellos que sembrar
papas. O más en serio: los problemas generales del país deben pasar rígidamente delante de todo sentimentalismo
acerca del problema de un grupo cualquiera –no digamos de un grupo advenedizo.
Dios nos libre y no
guarde; pero si Dios quisiera (como es muy dueño) nuestro trabajo de
periodistas volverlo inútil, nosotros no soñaríamos en hundir al país con
nosotros o reformarlo, o revolucionarlo; más bien trataríamos de ir
tranquilamente a sembrar papas.
La tercera
observación es que la cristiana conmiseración no debe ser ciega. Un católico
debe comprender a un judío perseguido, porque él mismo fue y será perseguido;
pero debe capacitarse a ver la diferencia. Hay diferencia. Un judío perseguido
ordinariamente puede huir; un cristiano tiene que morir. “Debitura martirii
fides”. El judío, siendo cosmopolita o internacional, se destierra; pero morir
es peor aún, y el cristiano tiene ese deber de morir por su tierra. Este es el
punto de la diferencia, el tener o no tener tierra. Los ingleses católicos
fueron segados limpios, los que permanecieron fieles a la fe, en tiempo de
Elizabet la Grande :
casi no quedó ni semilla. El singular hecho de ser una raza desraizada, le vale
al israelita una propiedad volandera y movediza que hace su suerte material
menos atroz que la nuestra cuando sobre unos u otros se abate el infortunio
colectivo. Ellos están más livianos, se podría decir, para cuerpear los
colectivos desastres. Los católicos de México, los católicos de Rusia, los
católicos de España, han sido sometidos a una prueba mucho más dura que hacer
la maleta y cambiar de país. Atados por lazos de carne, sangre y alma –familia,
de, tradición, historia y linaje- a un terreno terrón, a un país y a una
patria, tienen la precisión libre y forzosa de reventar con ella si revienta ella.
El judío “raja”. Y después llora. Que llore. Pero no tanto. O bien que llore
por todos. O si no, que no se llore por ninguno.
Apropósito de
lloro, la revista Nosotros, que nos es simpática, llora últimamente la suerte
de una gran editor judío italiano que se suicidó espectacularmente. Suicidarse
es también una manera de huir, que a nosotros no nos es permitida. Salvo el
sacro respeto a la tragedia de aquella triste alma (que nos pintan como un alma
buena y lo fue sin duda) el suceso está en el mismo plano que el suicidio del
otro argentino de anteayer que se mató porque le negaron el certificado
prenupcial, por ejemplo, y para nosotros tiene menos trascendencia que la ola
de suicidios resonantes y horrorosos que hemos sufrido últimamente. Si es que
quieren incriminar a Mussolini el suicidio de Formiggini, lo mismo podían
inculpar a Roosevelt, por ejemplo, del suicidio de Don Lisandro de la Torre.
Simplemente al tal
señor Formiggini le ocurrió una desgracia, no pudo resignarse, y careciendo de
toda fe religiosa o cristiana o judía, pidió la liberación de su dolor a un
acto violento y contra natura que los pasquines llaman “heroico” cuando sucede
en una democracia y “atroz” cuando pasa en una dictadura. Frente a la desgracia
hizo hara-kiri, lo mismo que un pagano cualquiera, lo mismo que un Séneca, que
un Fisho-Hito, o que un… Roehm. ¿Qué desgracia le pasó? –Perdió su fortuna.
¿Cómo la había hecho? –Vendiendo libros. ¡Vendiendo libros!
Nosotros no tenemos
la culpa que nos hagan meditar sobre este caso; y no quisiéramos ser ásperos
con ninguno. Pero ¿vendiendo libros, eh? ¿Y qué libros? ¿Libros buenos o libros
malos? – De todo. ¿También libros anticristianos? – También. ¿Y libros de Guido
da Verona? – Por supuesto. ¿Y los cristianos qué hacían mientras el hebreo
Formiggini y el hebreo Verona ganaban plata en Roma con libros anticristianos?
– Los cristianos tenían que aguantarse, tomar quina, cuidar a sus hijos, fundar
y sostener a gran costo escuelas particulares donde tales libros no pisaran,
pagar una nurse (si podían) para cuidar a los nenes de los kioscos de
Formiggini -¡y encima los muchachos leían lo mismo a escondidas los libros de
Formiggini! ¡Si son los libros de Formiggini justamente los que han hecho hoy
posibles y necesarios los otros libros de Rósemberg y Hitler! ¿Entonces los
cristianos estaban como si dijéramos “perseguidos” por Formiggini?
–Exactamente. Y no tenían ni el recurso de suicidarse a sí mismos, ni matarlo a
Formiggini, ni siquiera el consuelo de propinarle una pateadura. Ahora se da vuelta
la policía en contra de Formiggini, Formiggini se elimina, y los cristianos
tienen que alimentar la familia de Formiggini antes que la suya propia. No
señor. Ese razonamiento no vale. Una cosa es ser santo y otra cosa es ser
sonso, decía mi tío el cura.
Fuera de bromas (y
conste que bromeamos para no llorar) no sería hermoso que los cristianos
vilmente se desquitaran ahora de sus persecuciones (promovidas por el judaísmo
a veces) con esta persecución al judaísmo que hacen ahora los paganos. No,
señor. Pero no olvidar tampoco que la persecución por la fe virilmente sufrida
no es un mal, y sufrida por las propias culpas, no es un mal absoluto. “Si os
persiguen por malos (decía ya en el siglo I el Papa Pedro I en su primera
encíclica) no es muy glorioso que digamos, pero en fin, aguantad igual; pero si
os persiguen por bueno y benéficos, eso es una verdadera gracia de Dios” (I
Petr. II, 20).
Para decir la
verdad, yo no sé si Formiggini vendía libros anticristianos; pudiera ser que
por excepción no los vendiese; pero yo sé que en general los venden, tanto los
judíos como los malos cristianos de hoy, socapa de la omnímoda libertad de
comercio que lleva por nombre libertad de pensar; y sé también a quienes
pertenecen las innumerables libreriucas alemanas llenas de inmundicias que
florecen como una primavera en las inmediaciones de la Avenida Alem. El judío en la
época moderna es en general comerciante; el comercio es su fuerte y su triunfo,
y Carlos Marx llega a decir que hasta su “esencia” [4]. Pero el comercio en la
época moderna ha llegado al poder político (plutocracia) y ha visto dilatarse
hasta el infinito los límites de su función y su objeto [5]. La difícil
cuestión judía en general (y la de Formigginni en particular) está pues
íntimamente complicada con la cuestión de la “licitud del lucro” (S. Th. 2-2ª,
77). La cuestión de la “licitud del lucro” es esa discusión moral teórica que
los antiguos filósofos desenmarañaron con tal delicada dialéctica que el flamante Rector de nuestra
flamante Universidad de Cuyo trató de “mente vacía” y comparó con la piedra
filosofal y el elixir de larga vida. (Aristóteles, Política, 1. I, cap. VI y
VII; 1, II, cap. II, 171). Y tenía razón el Rector en el fondo por sonsas que
suenen sus palabras. Esas piedras filosofales las perdió la gente de hoy,
universitario incluso, junto con la dialéctica de los antiguos. Por eso
justamente, decía mi tío el cura, porque se perdió aquella dialéctica del
distingue frequenter y la gente de hoy día se dispensa de pensar. Rectores
incluso, de más en más cada día, por eso existe el antisemitismo y por eso la
cuestión judía se vuelve insoluble o violenta [5 bis].
Pero no quiero
abordar aquí la cuestión judía ni la otra, sino sólo recordar nuestro grave
peligro de la emigración indisciminada. Los tres Bacquié padre, hijo y sobrino,
los tres franceses que se alzaron con cinco millones de francos en París hace
poco, han declarado al ser visitados por la policía bonaerense que “habían
venido a la Argentina
por saberlo un país libre y el más apropiado para gozar de tranquilidad” (La Nación , 19-IV, 1939). Los
que leen novelas policiales inglesas –y yo mismo tuve ese vicio- saben que
cuando un novelista inglés no sabe qué hacer con un criminal lo manda a
“regenerarse” a la Argentina. Un
amigo mío medio maniático ha coleccionado un lista nada menos de 13 novelas que
incluyen tan curioso rasgo. No quiero copiarla aquí; pero permítaseme copiar un
párrafo de la primera déllas, la primera en todos sentidos, The Hound of the
Baskerville (Ed. Penguin, cap. X, pág. 154), que es libro clásico entre todos
los cuentos de “detectives”.
Habla Watson, el
auxiliar de Sherlock Holmes, con el pariente de un asesino fugado de presidio.
- “El tipo es un
peligro público. Hay casitas separadas por todo en esta landa, y él es un nene
que no lo para nadie. Basta verle la cara… No hay seguridad para ninguno aquí
mientras el tipo no vuelva a estar entre rejas”.
Contesta el
pariente:
- “Señor, aquí no
va a molestar más a nadie. Yo respondo déllo. Y no va a molestar más a nadie en
este país. Yo le juro, que dentro de pocos días se habrán dado los pasos y él
estará embarcado para… “South-America”. Por el amor de Dios, señor, yo le
suplico que la policía no llegue a saber que está en la landa… Yo le ruego no
decir nada a la policía.
- ¿Qué le parece,
Watson? – dice sir Henry Baskerville, tipo del jerarca inglés.
“Yo me encogí de
hombros (cuenta Watson) Y dije: -“Si sale libre de mi país, será un alivio para
los contribuyentes… Bueno. Que se vaya”.
De acuerdo a esto
podríamos decir que es muy honroso para nosotros que acuerden los europeos al
libre y sano aire de la
Argentina una especie de poder sacramental ex opere operato
para regenerar delincuentes, como una especie de irresistible bautismo de pampa
y sol; pero que no se prodigue eso tampoco tanto sin tener un poco en cuenta el
bolsillo del contribuyente argentino, más cargado hoy que el contribuyente
inglés.
Estas reflexiones
baratas las hace implícita, vaga o instintivamente el pueblo nuestro, el
contribuyente; me he puesto adrede ahora a pensar “en pueblo” como en mis
versos sobre Martita Ofelia. Basta para comprobarlo salir a la calle. Ellas
quieren solamente hacer pensar, y de ningún modo fomentar pasión alguna en pro
o en contra del judío, que bastante las hay ya malamente encendidas. Y lo que
quieren hacer pensar es esto: el “problema judío” existe (y existió siempre),
el problema judío se ha trasladado a nuestra patria, su solución no es el odio
ciego, ni el sentimentalismo, ni mucho menos la solución “avestrúcica” de cerrar
los ojos. Esa solución la hemos de hallar en paz y justicia, judíos y
cristianos a la vez; y no se hallará fuera de los carriles de la razón y la
moral y sin la palanca de una férrea política nacional y realista.
Entretanto, críen
paciencia los “emigrados” y junten luz abajo el pelo los nativos, porque los
tiempos son difíciles y con gritar, llorar, insultar, fanfarronear y alborotar
no se remedian mucho los problemas grandes. Entretanto no pequemos en lo que es
claro, si es que no alcanzamos a pensar de golpe lo que es oscuro.
Si quieren saber la
verdad verdadera, el problema judío no tiene solución posible sino fuera y
encima de los pseudos-principios del liberalismo rusoniano [6]; y como estamos
todavía de liberalismo rusoniano hasta el cogote los argentinos, el problema
judío no está maduro todavía para una solución total efectiva, mientras mas
está urgentísimo para provisiones particulares [7] de las cuales la más obvia
es la (que ya hizo Ortiz) de “cerrar la puerta”; la más primordial es “contemplarlo
de frente” y la más profunda es “volvernos lo que somos”, es decir, volvernos
de una vez por todas y con toda el alma cristianos.
Es difícil.
Ahora, a los
antisemitas crudos y católicos (si es posible esa cruza) hay que pararlos por
lo menos con la Teología ,
de acuerdo a aquel bárbaro soneto de Calixto el Suplente.
SONETO AL HIJO DEL
ANTISEMITA
“Son una peste y
una porquería”,-
-más habla en
fuerte y en cristiano, ea-
“Y tienen mal
olor”; -¿tu alma no hedía
antes del baño en
sangre galilea?
El Bautismo te ha
ungido a la pelea
tú que juraste en
él caballería
y dices cada día
“Ave María”
a tu Señora,
aquella niña hebrea
Consanguíneos en
Dios por doble fueron
gracia nosotros y
ellos bastardía
como Isaac con
Ismael malquisto,
no olvides que el
bastardo fue primero,
y que ambas sangres
correrán un día
juntas ante el
altar del Anticristo.
(De las Ideas de mi
Tío el Cura, idea XIV).
[Nota: Este texto
del Padre Castellani apareció por vez primera en: Criterio Nº 585 del 8 de mayo
de 1939.]
Notas:
(1) Las puertas de
la tierra, Jornadas del Litoral. Universidad del Litoral, Santa Fe, Santa Fe,
1939 160 págs.
“Dall`Italia sismo
partiti
Siam partiti col
nostro onore
In trenta giorni di
machina a vapore
In questa América
siam arrivati
Non abbiam trovato paglia
ne fieno
Abbiam dormito sul
duro terreno
Come la bestie siam
riposati
E con l`industria di
noi italiani
Abbiam formati Paesa
e cittá…
E non abbiamo di ché
vergoñarsi
E nostra faccia
possiamo mostrá…”
(2) Les deux
sources, Alcan. 1933, pág. 306.
(3) The Jews,
Constable, Ld., 1937, preface, pág. XLI.
[4] “Apenas la
sociedad logre suprimir la esencia empírica del judaísmo el chalaneo y sus
premisas…” (Marx, La Cuestión Judía ”,
Ed. An. Ponce, 1936).
[5] “Cupíditas
lucrit de se términum non habet et in infinitum tendit… (Sto. Tomás, S. Th., 2
-2oe, q. 77, a .
4).
[5 bis] Me refiero
al discurso de Rector [sic] Dr. Edmundo Correa que dice: “Cada época tiene un
contenido y un alma propia: los Flatus vocis del escolasticismo medioeval
tradujeron una infinita vaciedad y la retorcida dialéctica d sus doctores
sutiles; la piedra filosofal y el elixir de larga vida condensaron toda su
alquimia en los claustros de la
Colonia ; resonó el eco del ergotismo monacal de la América Hispana. Sin embargo
toda esa ciencia infusa y misteriosa deshumanizada y arbitraria fue… reflejo de
tiempos. ¡Cuán débil y vacilante era la luz…” etc. (La Nación , 28-IV-1939).
[6] Eso es lo que
demuestra también Marx n el opúsculo arriba citado.
[7] El último número
de la Revista Geográfica
Argentina da como existencia de israelitas entre nosotros 270.000, igual que
Francia, dato del Prof. De la
Univ. de Jerusalén, Roppin. El dato es viejo. Ahora [1939]
hay muchísimos más. Deben andar alrededor del medio millón, según cómputos
probables.
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