Estamos
en tiempos difíciles para la historia de la Iglesia ; ya lo sabemos. Y también sabemos que en
los tiempos difíciles e inestables lo que hay que hacer es procurar, en la medida de lo posible, volver a lo
estable, es decir, al espíritu en que la Iglesia ha trabajado siempre. Tales son los
principios que nos inculcó siempre nuestro venerado Fundador.
Monseñor
Lefebvre nos decía muchas veces que nuestra función, la de la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X es una función supletoria. ¿Qué significa una función supletoria? Acudir
al provecho de las personas que nos piden nuestra ayuda espiritual porque los
sacerdotes que tendrían que ocuparse del bien de sus almas no lo hacen. Hoy en
día los que tendrían que pastorear a las ovejas, ya no trabajan en su salvación
y por eso recurren a la Fraternidad San
Pío X, confiando recibir de ella lo que no reciben de sus pastores. De este
modo, la atención de la Fraternidad se dirige
principalmente a los fieles que piden su ayuda espiritual de modo real; sin
esta petición de auxilio, los sacerdotes de la Fraternidad no
tendrían una función definida.
Ahora
bien: al acudir en auxilio de las almas, los sacerdotes de la Fraternidad ni pueden
proceder del modo que les parezca, fruto de su invención. Ese modo de actuar que ya ha inventado la Iglesia : es la Parroquia. No cuesta mucho ver cómo han actuado siempre los sacerdotes, incluso los
misioneros llegados al Nuevo Mundo: creando lugares de culto definidos
por un edificio (iglesia) y un lugar al que acuden los fieles para cumplir
sus obligaciones con Dios. Los mismos misioneros franciscanos y dominicos lo
hicieron así: Juan Diego en México, por ejemplo recorría todos los días a pie
una distancia considerable desde más allá de la Villa hasta Tlatelolco para asistir
al Catecismo y la Misa. De
este modo, los fieles concretan, si así podemos decir, su práctica religiosa
con un lugar, unos pastores y un rebaño definidos.
Por
los problemas actuales en la
Iglesia que ya hemos evocado los fieles se han visto obligados
a desvincularse de sus parroquias propias y a buscar la verdadera Misa y los
verdaderos Sacramentos allí donde podían encontrarlos. Pero al ser muy pocos
los sacerdotes que podían dar su ayuda, y al verse obligados a darla sólo de
modo esporádico por sus continuos viajes y por la escasez de lugares de culto los fieles se han visto obligados durante
algún tiempo a no poder asistir a la
Misa de siempre más que de un modo irregular y en domicilios
particulares.
Ahora
bien: no hay que olvidar que ese modo de actuar aunque es bueno porque se trata
de la asistencia a la Misa
de siempre y de la recepción de los Sacramentos tal como la Iglesia debe darlos, tiene un gran peligro: desvincular de la
vida parroquial, que el modo ideal que siempre ha propuesto la Iglesia. Si esa situación se prolonga mucho tiempo,
puede ser causa de un gran mal para las almas, a pesar de tener la Misa y Sacramentos
tradicionales. Por eso mismo, Mons. Lefebvre nos recordó siempre a los
sacerdotes el deber que tenemos de actuar no a nuestro gusto sino procurando
crear un ambiente en todo semejante al de la Parroquia.
La vida en la parroquia.
Es
verdad que nuestros Prioratos y capillas
no son Parroquias y el Padre Prior no tiene cargo como párroco porque no
tiene jurisdicción ordinaria; pero queremos vivir en un ambiente semejante en
todo a la Parroquia. De este modo, cuando Dios nos dé la gracia de
las cosas vuelvan a su cauce normal, los fieles podrán seguir viviendo en el
mismo espíritu de la Iglesia. Nadie sabe cuándo va a suceder eso, pero como la Función de la Fraternidad San
Pío X es una función de suplencia, el día que volvamos a la normalidad, nuestra
función habrá en cierto modo terminado.
Después
de estas consideraciones, pasemos a un estudio de la vida parroquial y del
espíritu de parroquia, que debe animar a todas nuestras obras. Parece que a
algunos fieles les basta con asistir a la Misa Tradicional , sea donde
sea, la diga quien la diga: “No importa dónde se asiste a Misa, lo que importa
es ir y cumplir con ella”… Con lo que ya hemos dicho, basta para convencerse de
que tal no es, ni siquiera en tiempos normales, una situación buena.
Pío XII y la Parroquia.
El
Papa Pío XII habló dos veces sobre la vida de parroquia, en el año 1953. Son
textos muy interesantes:
“¿Qué
es una parroquia? Es la parte más
pequeña de la única y universal grey confiada por nuestro Señor a Pedro. Bajo
la autoridad de un sacerdote responsable… es, en la iglesia de Jesucristo, la
primera comunidad de vida cristiana, una comunidad ajustada humanamente de tal
modo que el pastor pueda conocer a su rebaño y el rebaño a su pastor: Un
territorio determinado le señala normalmente sus limites dentro de la diócesis,
de tal modo que la parroquia está situada en una parte concreta del territorio”
(18 de julio).
Para
Pío XII hay una idea muy clara: la parroquia es la “primera comunidad de vida
cristiana”. Se compone de un “territorio determinado y limitado”; la parroquia
no es un centro de inestabilidad, sino todo lo contrario, un centro de
estabilidad: es el mismo lugar donde todos los domingos se reúnen los católicos
para dar el culto a Dios:
“La parroquia es la Iglesia arraigada en el
suelo de todos los países mediante sus instituciones permanentes y su rica
experiencia: en torno a su campanario se suceden las generaciones, una tras
otra, sin interrupción; las familias que han sellado su unión ante el altar no
cesan de encontrar en ella el principio de su cohesión y de su fortaleza,
mientras en la escuela católica sus hijos reciben una educación que con la fe sobrenatural
perpetúa las virtudes tradicionales de la familia… Cuando se comprueban los
peligros del éxodo del campo, cuando se han presenciado los desastres
psicológicos y morales de los desplazamientos de habitantes, ¿cómo no apreciar
el inestimable beneficio de una parroquia firme y estable para la sociedad?”
(18 de julio).
Pío
XII habla de los “peligros del éxodo del
campo”, de toda la gente que tiene que abandonar su propia parroquia en la
que se ha bautizado y en la que ha recibido los demás Sacramentos por
cuestiones económicas y emigrar a la ciudad. El peligro está, según las
palabras del Papa en que, al abandonar el vínculo hacia la propia parroquia, se
puede igualmente perder el fundamento de la firmeza y estabilidad en la
práctica cristiana.
En
la parroquia, los fieles santifican el día del Señor y cumplen con todos sus
deberes para con Dios:
“Al pie
del altar del sacrificio, en torno al púlpito de donde se recibe la palabra de
la verdad, es donde el descanso dominical adquiere su pleno desarrollo: un descanso del trabajo, un reposo del
cuerpo y del espíritu, sin duda… pero ante todo, es un día consagrado al culto
de Dios, en la forma pública y social que le es debida” (18 de julio)
Para
Pío XII, como vemos, cumplir con el precepto dominical no sólo es la Misa , sino también escuchar
el sermón, “recibir la palabra de Dios”. La Misa dominical tiene que estar acompañado por
el sermón, pues la ley de la Iglesia obliga a los párrocos a que se prediquen
los domingos y días festivos (Código de Derecho canónico, can. 1344). No es
normal asistir a una Misa dominical en la que no haya sermón. En el sermón es
donde el sacerdote enseña “todo lo que
los fieles han de creer y practicar para salvarse” (Ibíd.., can. 1347).
Finalidad de la Parroquia
La
verdadera función de la
Parroquia y del sacerdote es la de llevar a las almas a
Nuestro Señor; todos los medios que se empleen tienen que dirigirse a este fin:
“Con el espíritu de esta unión común,
vosotros debéis obrar - decía a los párrocos- incansablemente para que Jesús
sea conocido, amado y servido por todos. No olvidéis que este es el fin de toda
la vida parroquial. Lo demás es valorado en tanto en cuanto ayude a la
consecución del fin que la
Iglesia quiere obtener. El campo de deportes, el teatro, el
cine parroquial, la misma escuela, si la hay instituciones todas utilísimas y
frecuentemente necesarias, no son el centro de la parroquia. El centro es la iglesia, y en la iglesia el
tabernáculo, con el confesionario a su lado; allí encuentran vida las almas
muertas y recuperan la salud las enfermas” (11 de enero).
“Es necesario aprender a reconocer a los verdaderos fieles de la parroquia.
Estos no se cuentan propiamente en el cine parroquial, ni en los desfiles y en
las procesiones; ni siquiera, para ser exactos, en la sola misa dominical. Los verdaderos fieles, los vivos, se ven al
pie del altar, cuando el sacerdote distribuye el Pan vivo bajad del cielo”
(11 de enero).
Apostolado parroquial.
Pío
XII aprueba los diferentes grupos de acción católica que puede haber en la
parroquia, pero pide la “unión efectiva” de todos ellos para realizar el fin de
ésta: la “unidad en el vértice”, que
como ya ha señalado, “es la iglesia, en la iglesia el tabernáculo, con el
confesionario a su lado”.
“Es necesario llegar a la unión efectiva de todas las fuerzas militantes… La unicidad, al
destruir la variedad, sería un error estratégico en la ordenación del frente
católico. Ninguna duda, por lo tanto, de que deba ser grande el respeto a las
varias Asociaciones aprobadas y bendecidas por la Iglesia , al menos mientras
se conserven vivas y vitales. Pero una
variedad dejada a sí misma, sin que vuelva a encontrar… la unidad en el
vértice, tendría efectos dañosos en la dirección de la pacífica lucha por la
conquista del mundo para Cristo” (11 de enero).
Nuestro
apostolado tiene que finalizar, pues, en la Parroquia , no salirse de
estos límites. Si no, es trabajar en balde. Catecismo, grupos de deporte,
campamentos, etc., todo tiene que tener por finalidad atraer a la gente a una
vida de parroquia, a esa estabilidad de la que habla Pío XII; de otro modo, es
un apostolado que no da fruto verdadero. ¿De qué valdría, por ejemplo,
organizar ceremonias de Primeras Comuniones que no van a dar fruto en la
parroquia?: los niños recibirían a Jesús por primera vez, pero para la mayor
parte sería la última. ¿De qué valdría proceder a Matrimonios desvinculados
totalmente de una vida de parroquia? Recibir la gracia del Sacramento del
Matrimonio y al día siguiente ponerse en pecado por no asistir siquiera a la Misa dominical…
Todo
el apostolado parroquial tiene que emanar de una “fuerza centrífuga”: que sale
de la Parroquia ;
y tiene que volver a ella por una “fuerza centrípeta”: que hace ir a la Parroquia. Y el centro de esta
fuerza es Nuestro Señor. Por eso Pío XII había titulado su discurso del 18 de
julio de 1953: “La parroquia, célula
base de la sociedad”. Con este solo título lo dijo todo.
Estrella Solitaria –
Suplementos -. Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Priorato Cristo Rey, Santiago
de Chile.
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