Convocada para declarar la independencia y
dictar una constitución, no pudo hacer ni lo uno ni lo otro.
Primera nota:
Obra de la Asamblea
General Constituyente.
por José María Rosa ***
Convocada para
declarar la independencia y dictar una constitución, no pudo hacer ni lo uno ni
lo otro. Pero de alguna manera debería satisfacer la expectativa pública y dar
largas a la ansiedad de independencia mientras los diplomáticos buscaban por
Europa la reconciliación con Fernando VII o en su defecto el protectorado de
cualquier país que garantizase a la clase gobernante contra una reacción
popular.
La obra de la Asamblea fue para la
propaganda interior. Dio, como si fueran de su inspiración, leyes sancionadas
por los constituyentes de Cádiz; dio un escudo, un himno y un día de fiesta
nacional (aunque con prudencia los llamó sello, canción patriótica y día
cívico), tomándolos de lo proyectado por el anterior Triunvirato en su momento
de euforia independentista. Habló mucho de libertad y dictó leyes liberales que
nunca se aplicaron porque desde el 27 de marzo debió gobernarse con el decreto
de seguridad individual suspendido, y
desde el 8 de septiembre se concedió prácticamente la suma del poder público al Ejecutivo.
En la vieja sala
del Consulado, donde se oyeron los “recitados” fogosos de la Sociedad Patriótica ,
se reunió en silencio la
Asamblea del año XIII. Pocos debates y muchas leyes, porque
los proyectos ya habían sido estudiados en el recato de la Logia , y en el recinto se
venía a darles sanción y no a discutirlas. Sin embargo, fuera del salón de
sesiones se armaba un tremendo bullicio sobre lo votado; porque debía
entretenerse a la multitud que quería
la independencia, hasta que el tiempo venciese todo y se llegase al arreglo con
España buscado por Inglaterra. Gervasio Antonio de Posadas, director supremo el
15 de diciembre de 1814, lo explica en carta a Fernando VII, ya vuelto a su
trono: “Los pueblos enviaron sus diputados y formada una Asamblea numerosa en
esta Capital… dictó aquellos decretos que estimó conducentes a contener el
desenfreno de la multitud y conservar el orden en cualquier circunstancia…
Felizmente... se ha rectificado la opinión… a Vuestra Majestad toca acelerar
este momento venturoso con un rasgo de aquella generosidad heroica que
distingue a los herederos del trono de Carlos V…” (Archivo General de la
Nación S. 1; Aº 2. Al, nº 3; misión
Rivadavia-Belgrano de 1814).
*** Rosa, José María: Historia Argentina. Tomo III,
Capítulo I, pp. 19 y 20.
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