Nuestros funcionarios no se cansan de afirmar que la Argentina sólo recurrirá a la negociación diplomática para recuperar las islas, renunciando así a toda otra vía. Pero los británicos no creen semejante afirmación, resultándoles inconcebible que un país restrinja sin contrapartida sus posibilidades de acción. Saben, y tienen esto bien asumido, que mientras mantengan la usurpación deberán mantener una vigilia permanente.
por el Contralmirante Carlos. A. Büsser ***
Capítulo I
Introducción general a la Cuestión Malvinas
En este capítulo se desarrollará el concepto general de lo que es un conflicto internacional –el de Malvinas en particular-, la influencia decisiva que para el logro de una buena solución tienen los factores espirituales y morales y la firmeza de la voluntad nacional, el motivo de la desmalvinización argentina y la necesidad de contrarrestarla con una actitud opuesta. Se destacará, sobre todo, la importancia fundamental que tiene la formación de la conciencia nacional, tanto en la masa de la población como en sus dirigentes, a través de la tarea insustituible de la familia y de los educadores como elementos básicos, como así también de los medios de comunicación social, capaces de complementar o anular aquella, según sea su orientación.
1. Concepto de nación, de territorio y de estructura de gobierno. El estado nacional.
Una nación, ha definido con elegancia y precisión don Agustín de Vedia, es un conjunto de familias con vínculos de pasado, de presente y de futuro (1). Vale decir que no es una agrupación cualquiera de familias, sino de aquellas que sienten y saben que tienen vínculos nacidos de un pasado que les es común y cuentan con una historia de la cual sienten como propios las luchas, los hechos heroicos, las angustias, las derrotas, las victorias, los sinsabores, su cultura, música, idioma, sentimientos religiosos y tolerancia hacia otros credos, en suma, todo cuanto haya contribuido a dejar su huella en el espíritu de sus miembros. Que además saben que los problemas del presente los afectan a todos por igual, que la solución que encuentren para ellos será la base de un futuro que también les es común, como son comunes sus esperanzas, ilusiones y aspiraciones.
Hay un complemento indispensable para la nación. Es el territorio donde vive y que presta marco a los esfuerzos y desvelos de sus habitantes. No se concibe una nación sin un suelo donde vivir y trabajar. Hay algo así como una asociación simbiótica entre el suelo y la población que lo habita. A largo plazo, el suelo determina el carácter de sus habitantes y éstos, con su trabajo, lo modifican y lo hacen un mejor lugar para vivir. Por eso los pueblos aman el territorio que habitan, porque es su hogar y el recipiente del esfuerzo acumulado de sucesivas generaciones. Es la tierra que ha recogido y hecho fructificar el sudor y la sangre de sus ancestros y que será la herencia que dejarán a sus descendientes-
Y ese conjunto de familias que vive en tal territorio necesita una organización jurídica que le permita convivir en armonía, imponiendo la ley y sometiéndose todos a ella, estructurando los sistemas de defensa común y, además, ejerciendo su soberanía, es decir, su capacidad de autodeterminarse ante otros pueblos. Dicha organización es el gobierno.
Estos tres elementos fundamentales constituyen un estado nacional. No hay estado nacional si falta uno de ellos. Y cuando alguno está cercenado o disminuido, tal estado también está cercenado o disminuido. En suma, tiene una herida que exige reparación. Y la nación vive, como consecuencia de ello, en constante inquietud buscando reparar lo que siente como una injusticia.
2. Naturaleza del conflicto por Malvinas: usurpación de territorio. Intereses económicos actuales.
El conflicto que enfrenta a la Argentina con Gran Bretaña deriva de la usurpación del territorio del archipiélago de Malvinas cometido por ésta última en 1833. Situación que agravó con la ocupación de Georgias del Sur a principios del siglo XX y, el 19 de junio de 1982, con la destrucción del destacamento científico argentino en las Sandwich del Sur. En esos actos se funda el reclamo de soberanía británica sobre los tres archipiélagos.
Tal conjunto de usurpaciones constituye la denominada cuestión Malvinas. Cada vez que se la mencione a lo largo de este libro, se estará haciendo referencia a todas aquéllas y no solamente a la del archipiélago de Malvinas.
Surge con claridad que el despojo cometido por Gran Bretaña en 1833 afecta la integridad territorial argentina y, en consecuencia, afecta nuestra integridad como estado nacional. No somos y no seremos un país totalmente constituido e integrado mientras haya un pedazo de territorio nacional bajo el poder una potencia extranjera. Gran Bretaña debe saber, y se lo tenemos que repetir constantemente, que mientras subsista la usurpación, habrá reclamos argentinos movidos por la firme decisión de recuperar lo que estamos convencidos que nos pertenece.
En los capítulos II y III se verán las motivaciones que impulsaron al gobierno de Londres a cometer el atropello inicial y, luego, no sólo a mantener la posesión ilegítima del archipiélago de Malvinas, sino a extender su dominio sobre las Georgias del Sur y las Sándwich del Sur. En la actualidad lo que mueve a Gran Bretaña a ser tan intransigente en su posición es un incentivo de naturaleza económica: todos los indicios llevan a suponer que las aguas que rodean a las islas Malvinas contienen abundantes yacimientos de hidrocarburos que, de confirmarse su existencia, significarían una enorme riqueza para el país que los controle.
3. Qué es un conflicto internacional; objetivos contrapuestos; negociación; crisis; lucha y enfrentamiento de voluntades nacionales.
Todos los estados nacionales tienen objetivos que desean concretar en algún momento futuro, más o menos próximo. A veces ocurre que un objetivo es buscado por dos o más estados, y si uno de ellos lo alcanza, el otro u otros deben renunciar a él. Es decir, es un objetivo cuya obtención por uno resulta excluyente respecto a los otros que aspiran a alcanzarlo.
Naturalmente, cada parte interesada procura obtener sus objetivos por vías pacíficas y sin conflictos. Pero si alguno de ellos es disputado por dos o más interesados, aparece una instancia primero de competencia y luego de negociación, a través de la cual cada uno busca la solución que le proporcione las mayores ventajas. En general, el más fuerte o más hábil para negociar obtiene la totalidad de lo que pretende o por lo menos la mejor parte, y los más débiles o menos hábiles se quedan con el resto, si hay resto.
Pero puede suceder, y frecuentemente ese es el caso, que el proceso negociador no sea exitoso y no se llegue a una solución mutuamente aceptada. En esa situación, pueden ocurrir dos cosas. La primera, que una de las partes estime que el valor que el objetivo tiene para ella no es tan grande como para justificar un conflicto, y en consecuencia ceda momentáneamente en sus pretensiones. La segunda que, por lo menos para una de las partes, el valor en juego sea tan importante que se justifique entrar en una crisis y aun llegar a un conflicto armado. Si ocurre lo primero, de hecho se está en el caso de la negociación descripta en el párrafo anterior. Si ocurre lo segundo, se inicia aquella crisis que enfrenta a los interesados y que, en su instancia extrema, puede llevarlos a la guerra.
En esta situación, debe tenerse en cuenta que los estados nacionales procuran normalmente solucionar sus problemas por la vía negociadora, tratando de evitar el conflicto armado, en virtud de que los sufrimientos y las pérdidas inevitables, tanto de vidas como materiales, son algo que ningún gobernante quiere asumir si no es por razones ineludibles. Este concepto fundamental se aplica tanto a gobiernos democráticos como a los que tengan otro origen.
Llegadas a esa instancia, las partes se aplican mutuamente todas las presiones y amenazas que tengan a mano, con tal de hacer ceder a su adversario. Si no se logra un arreglo y si una de las partes está dispuesta a ir a la guerra para lograr un objetivo, es un acto esencialmente volitivo que deriva de la voluntad nacional por alcanzarlo. Aquí está la clave del problema. Ningún estado puede decidirse por la guerra con perspectivas de éxito, si carece de esa voluntad.
Y como en un conflicto ambas partes hacen jugar sus respectivas voluntades nacionales como elemento primordial para lograr el éxito, resulta que toda guerra es, en última instancia, un enfrentamiento de las voluntades nacionales de los contendientes.
4. Esencia del éxito en un conflicto internacional: la fortaleza de la propia voluntad y el debilitamiento de la del oponente. Tarea formativa y de consolidación.
Si se trata de un enfrentamiento de las voluntades nacionales es natural que cada bando procure fortalecer la propia y debilitar la del adversario. Esta idea, en apariencia tan sencilla, en realidad exige un análisis mucho más complejo de lo que parece a primera vista.
La voluntad nacional es el conjunto de convicciones y sentimientos que hacen que un pueblo actúe en un determinado sentido, con toda firmeza y determinación, defendiendo lo que entiende es el interés de su Patria. Las convicciones derivan de lo que conoce respecto a los antecedentes históricos del problema, al comportamiento anterior de sus connacionales y a la seguridad que tiene respecto a que la causa de su país es justa. Es decir, las convicciones son consecuencia directa de informaciones y razonamientos. Pero esas convicciones de nada valdrían si no hubiera sentimientos, que son los que impulsan a los pueblos a actuar en un sentido determinado. Los sentimientos son el motor de la historia. Nada se hace si los actores carecen de ellos y no sienten la necesidad de encarar las cosas que deben hacerse.
Pero tanto las convicciones como los sentimientos se asientan en dos estratos bien definidos. Por un lado, en la clase dirigente que, como su nombre lo indica, orienta y dirige al resto de la población respecto a lo que es el interés nacional y a cuáles son los medios más convenientes para alcanzarlo y que, por eso mismo, no puede dejar de tener fuertes sentimientos patrióticos. Por otro lado, la masa de la población que, si bien puede carecer de la totalidad de la información que configura el problema, en general tiene sentimientos muy fuertes y arraigados que la hacen acertar intuitivamente en cuanto a la solución a adoptar.
Es evidente que todo estado que tenga un conflicto, actual o potencial, tratará de fortalecer su voluntad nacional y de debilitar la del adversario. Y esto lo hará actuando sobre todos los aspectos posibles. Si se trata de fortalecer la propia voluntad nacional, buscará proveerle a su pueblo la mayor cantidad de información favorable que pueda y de hacer que entre los dirigentes haya, por lo menos, algunos que sean verdaderos expertos en el tema y que se dediquen a él en forma permanente. Además, tratará de inculcar en el corazón de todos, dirigentes y masa de la población, un profundo amor por su Patria y por las cosas que están en disputa. Ese será el aspecto formativo respecto a cada ciudadano, que deberá complementarse con un esfuerzo de actualización y de mantenimiento permanente de ese estado intelectual y emocional.
Inversamente, respecto al país adversario, se tratará de hacerle llegar información verdadera, equivocada o falsa, buscando confundirlo en cuanto a sus derechos y al verdadero interés que tiene para él el objetivo en disputa, en tal forma que tanto los dirigentes como la población descrean de sus razones y derechos y consideren que no vale la pena arriesgar nada para defender ese objetivo.
Cabe insistir. Toda tarea de fortalecer la voluntad nacional propia o debilitar la del oponente, tiene una fase esencial de tipo formativo, y otra posterior de consolidación o mantenimiento. Ya se verá más adelante cuál es el rol a jugar en ellas por los diferentes sectores de la sociedad. Es posible que este sea el elemento más importante de toda la cuestión.
5. Objetivo británico: debilitar la voluntad de la población y clase dirigente argentinas. Desmalvinización.
Luego del razonamiento anterior está claro cuál es el objetivo británico inmediato para alcanzar el éxito final en la solución de la cuestión Malvinas: debilitar la voluntad nacional argentina, actuando sobre su clase dirigente en primer lugar y posteriormente sobre el conjunto de la población.
Es lo que se ha dado en llamar “desmalvinización”, consistente en una serie de acciones que cubren todos los campos del quehacer nacional y apunta a convencernos de que la importancia o el valor de las islas usurpadas no justifican en absoluto realizar ningún esfuerzo ni correr ningún tipo de riesgo en recuperarlas.
La desmalvinización tiene dos interesados esenciales: Gran Bretaña, que quiere debilitar nuestra voluntad, y los Estados Unidos, que buscan hacer olvidar que en 1982 apoyaron a nuestro enemigo, como se verá en capítulos posteriores. A ellos se les agregan algunos argentinos que, impulsados por variados motivos objetan la decisión adoptada en 1982 para recuperar las islas.
La desmalvinización ha tenido en nuestro país manifestaciones de toda índole, que van desde desacreditar a los responsables de la decisión de recuperarlas y luchar por ellas, hasta procurar imponer la idea de que los jóvenes argentinos no debieron ser empleados en la defensa de la integridad de nuestro territorio por el solo hecho de ser jóvenes. Se han usado intensamente los medios de comunicación social en esta campaña, haciendo hincapié en los errores cometidos durante el conflicto, como si ello atenuara nuestros derechos o justificara la usurpación británica. Incluso se han escrito libros que contienen falsedades notorias con el mismo fin.
Y el mayor éxito de la desmalvinización se produjo en la clase dirigente, que se mostró permeable a ella. En cambio, en la masa de la población, particularmente en el interior del país, es notorio el espíritu de reivindicación y la sensación de estar ante una maniobra de acción psicológica.
6. Necesidad de que los argentinos tengan un conocimiento profundo y generalizado de la naturaleza de este conflicto y de su trascendencia. Malvinización.
El intento de hacernos perder fuerza espiritual seguramente no va a ceder en intensidad con el transcurso del tiempo. Más bien cabe prever que se incrementará, tan pronto se observe una reacción positiva nuestra, o bien, como se verá más adelante, si se comprueba la existencia de hidrocarburos en la zona, razón suficiente para impulsar a los británicos en el sentido de asegurarse la posesión indefinida de las islas.
Esta perspectiva nos obliga a establecer un sistema tendiente a fortalecer permanentemente nuestra voluntad nacional. Es indispensable aumentar en la población el conocimiento de todas las circunstancias que condicionan el conflicto y de profundizar su amor por la Patria y por su integridad territorial. Y lo mismo, pero con mayor intensidad, habrá que hacer con la dirigencia, frecuentemente propensa a aceptar las posturas y argumentos de Gran Bretaña en el diferendo.
Lo expresado en el último párrafo puede resumirse una sola palabra: malvinización. La desmalvinización ha buscado que ignoremos los fundamentos de los reclamos argentinos y los derechos invocados sobre todas las islas en disputa, que no se aprecien los esfuerzos por recuperarlas hechos a través de los años, que se olviden las acciones de nuestros soldados que lucharon allí, que perdamos nuestra voluntad de recuperación y, por qué no decirlo, diluir nuestra decisión de pelear, si es necesario, por la integridad y la grandeza de la Patria.
Lo verdaderamente racional y sensato es que los argentinos nos empeñemos en un esfuerzo constante por conocer cada vez mejor esas razones y derechos, que conozcamos y revaloricemos aquellos esfuerzos de tantos patriotas, civiles y militares, que a lo largo de los años han tratado de mantener vivo el espíritu de nuestra reivindicación, que recordemos cada año con más vigor el sacrificio de nuestros combatientes, que endurezcamos nuestra voluntad de recuperación y que evidenciemos que, como todas las generaciones de argentinos que hicieron nuestra patria, estamos dispuestos a jugar nuestras vidas si es preciso para asegurar la integridad del territorio nacional.
En el párrafo anterior se ha utilizado deliberadamente con tanta reiteración el concepto de “nuestro”, pretendiendo remarcar el más amplio sentido de mutua pertenencia que caracteriza a toda la cuestión.
7. Tarea de todos los argentinos. Responsabilidad de los intelectuales. Responsabilidad de los medios de comunicación social.
El uso de la palabra nuestro define la naturaleza de la cuestión Malvinas. Es un problema de todos los argentinos sin ninguna excepción. Y todos tenemos una responsabilidad y una tarea consecuente.
Cabe analizar la responsabilidad de los intelectuales argentinos. Ellos son los que, por sus cualidades, están en mejores condiciones para investigar los antecedentes de la cuestión, las conductas del adversario y los hechos de coraje, responsabilidad y sacrificio de nuestra historia, a fin de que recordemos que en ella hay un sentido heroico que no podemos olvidar. Si se analizan las conductas y expresiones de muchos argentinos de hoy, se advierte que no condicen con tal sentido heroico. Es necesario revertir ese estado de cosas. La acción de los intelectuales es determinante, porque ellos pueden hacer docencia con sus ideas y conceptos motivadores.
Ocurre algo similar con los medios de comunicación social, pues llegan todos los días a todos los rincones del país, a todos los hogares, a todas las personas, influyendo constantemente en las mentes de los adultos, de los jóvenes y de los niños; pueden seleccionar la información que van a transmitir y la que van a omitir. Un comentario agregado a una información condiciona la interpretación que se haga de ella. Tienen un enorme poder. Pero si no lo ejercen con responsabilidad, si le dan preferencia a la noticia sensacionalista o superficial, si dejan de lado su función de formadores de opinión y de inspiradores de conducta, el servicio que deben prestar a la sociedad puede no solo dejar de ser útil, sino convertirse en negativo. En la cuestión Malvinas, se observa el casi nulo espacio que dedican a difundir su problemática y a tratar los temas que se relacionan con ella. Es asimismo notoria la falta de referencias en los aniversarios de algún hecho trascendente vinculado con la misma y la falta de comentarios cuando se registran informaciones referidas a los avances británicos en desmedro de nuestra posición. Tales son los problemas que debieran meditar los que operan estos medios.
8. Formación de las generaciones futuras: tarea fundamental de las familias y los maestros.
Si la responsabilidad de los medios de comunicación masiva es grande, lo es mucho mayor la de los educadores de todos los niveles.
Los maestros primarios tienen una responsabilidad esencial en el proceso de malvinización. En la infancia se asimila definitivamente el amor por las cosas que han de quedar grabadas para siempre en el corazón. Esta es la oportunidad en la que los maestros, junto con las familias, modelan las conductas que asumirán las personas durante toda su vida. Cuando en este periodo se insiste en inculcar el amor a la Patria y el respeto a los formadores de la nacionalidad, en hacer conocer los hechos trascendentes de nuestra historia y los ejemplos de gestos y actitudes que se encuentran en ella, lo que se logra es incorporar al espíritu de los niños el conjunto de vínculos con el pasado a que se refiere el punto 1 de este capítulo. De esa manera los maestros primarios contribuyen a estructurar la nación. En el marco de ese esfuerzo, al insistir con firmeza y con amor en el tema de las islas usurpadas, se consigue que el espíritu y la voluntad de recuperación de lo que es nuestro perdure a través de las generaciones.
Los educadores del nivel secundario tienen la tarea de consolidar lo hecho en el primario. Pero en este caso el caudal de conocimientos que se imparte es mayor, a fin de que los jóvenes adquieran los elementos necesarios para encarar estudios posteriores o para que se orienten hacia determinadas actividades. No obstante, es esencial que los profesores de todas las disciplinas prolonguen la tarea de inculcar en los educandos aquellos sentimientos de amor a la Patria a que se ha hecho referencia. Es la oportunidad de insistir en temas tales como las invasiones inglesas, la guerra de la independencia, el drama de las divisiones internas, el esfuerzo enorme por lograr la organización nacional y el trabajo fecundo para engrandecer la Patria. Es la oportunidad de destacar que a la Argentina la hicieron generaciones que enfrentaron las circunstancias históricas con coraje y sacrificios, que estuvieron dispuestas a arriesgar sus vidas, sus bienes, todo lo que tenían, para conformar esta nación y para defender la integridad de su territorio.
Cabe una reflexión particular relativa al nivel universitario. En ese ámbito los conocimientos que se imparten son necesariamente muy específicos y dirigidos a una capacitación particular. El resultado suele ser que algunas universidades forman profesionales expertos en temas muy complejos, pero que con frecuencia no conocen los problemas nacionales, o no se sienten identificados con ellos. Tal vez sería útil que al formularse los programas de estudios universitarios se incluyera el tratamiento de estos temas, descontándose que los profesores, asiduamente y como hay tantos ejemplos, insisten en referirse a ellos cada vez que se presenta la oportunidad.
Deliberadamente se ha dejado para mencionar en último término al factor más importante en el proceso formativo de los sentimientos y actitudes de las generaciones futuras: la familia, institución donde se siembran, afirman o pierden todos los valores. Podrá ocurrir que en algunas familias los padres no estén en condiciones de transmitir a sus hijos los conocimientos necesarios para que conozcan con profundidad los problemas nacionales. Ello no es indispensable y se subsana con la tarea ulterior de los maestros. Pero sí lo es que inculquen en sus hijos los valores esenciales de nuestra comunidad como son la moral, el espíritu religioso, el sentido de convivencia y de solidaridad y que infundan en sus corazones el amor a la Patria y la vocación de engrandecerla a que ya se hizo referencia.
9. La usurpación de Malvinas (incluyendo Georgias del Sur y Sándwich del Sur) es una situación que no se resuelve sino por la devolución de las islas a la Argentina.
La usurpación de Malvinas, consumada en 1833, lleva más de ciento cincuenta años. En ese largo período la Argentina jamás cedió en su constante reclamo y en su reivindicación. La historia registra pocos casos en los que Gran Bretaña no haya podido arrancar al país víctima de una usurpación, un tratado internacional a través del cual se consagre el reconocimiento del despojo. La Argentina jamás firmó un papel donde se reconozca el más mínimo derecho británico sobre las islas en cuestión. Pero, a partir de 1989, el gobierno de Londres logró en su favor casi los mismos resultados que hubiera obtenido de un tratado que reconociera sus derechos. Nunca, hasta ese año, la Argentina había hecho una sola concesión a la posición británica por la disputa de la soberanía. Ya se verá a lo largo de estas páginas cómo el conjunto de concesiones efectuadas en favor del Reino Unido en los últimos años no derivó en ninguna ventaja para la posición argentina. Y ello es así porque en ningún caso se trató el tema esencial que nos separa de Gran Bretaña, que es la usurpación de las islas. De todas las islas, incluyendo no solo las Malvinas sino también las Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Luego de 1989 se habla de mejora en las relaciones internacionales. Se han reanudado las relaciones consulares y luego las diplomáticas. Se comercia sin restricciones aparentes, pero persisten varias impuestas por Gran Bretaña. Hay intercambios culturales, de estudios pesqueros, hasta buenas relaciones entre las fuerzas armadas. Sin embargo, continúa la actitud británica de oposición a cualquier tipo de reequipamiento militar por parte de nuestro país, porque el gobierno de Londres sabe bien que no puede esperar la conformidad argentina mientras subsista la usurpación. Sabe que en nuestro país podrá haber circunstancialmente gobiernos débiles, equivocados y, hasta en el extremo, alguno donde haya funcionarios que traicionen los intereses argentinos. Pero sabe también que, si no nos devuelve las islas, alguna vez aparecerá un gobierno que actúe vigorosamente en consecuencia con nuestras reclamaciones. Y sabe que ese día se enfrentará, inexorablemente, con una delicada situación internacional. Por eso quieren una Argentina incapaz de reaccionar.
Se dice que, como consecuencia de la mejoría en las relaciones mutuas, hay ahora un elevado grado de confianza entre ambos países. Se dice que los isleños se están acercando a nosotros y que, poco a poco, su posición es menos intransigente. Pero el gobierno británico no ignora que cualquiera sea la actitud de algunos círculos de poder o de influencia, la espina de la usurpación irrita a los argentinos cabales.
Nuestros funcionarios no se cansan de afirmar que la Argentina sólo recurrirá a la negociación diplomática para recuperar las islas, renunciando así a toda otra vía. Pero los británicos no creen semejante afirmación, resultándoles inconcebible que un país restrinja sin contrapartida sus posibilidades de acción. Saben, y tienen esto bien asumido, que mientras mantengan la usurpación deberán mantener una vigilia permanente.
Por lo menos desde 1975 Gran Bretaña se niega a encarar con seriedad una negociación por la soberanía sobre Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. En todos esos años ha simulado una actitud negociadora con el solo propósito de prolongar la situación. Además tiene conciencia, y ello se verá en el Capítulo V que, en tanto mantenga vigente su usurpación, no puede negociar indefinidamente ni negarse a negociar, también indefinidamente, sin mantener a la vez un considerable aparato defensivo. Y sabe que si negocia con seriedad, tendrá que terminar reconociendo nuestros derechos soberanos sobre las islas. Porque si no lo hace, el problema seguirá constituyendo, indefinidamente, un conflicto potencial.
*** Büsser, Carlos. A.: Malvinas, conflicto vigente. Bs. As., Vórtice, 1999, Cap. I, pp. 15 – 28.