“Yo
obedezco la constitución nacional y no pienso en cambiarla; pero los
mismos que la hicieron dijeron que, si la cosa valía la pena, se
podía pensar en cambiarla, y son justamente los cansados de
atropellarla los que sostienen que no es lícito legalmente soñar en
tocarla. Se parecen a los que tienen manceba y protestan contra el
Matrimonio. Que venga un señor que niega la autoridad de la
Sacrosanta Tradición en la Iglesia a imponerme como dogma intocable
una supuesta Tradición Liberal Argentina que nadie ha visto por
ningún lado pero a él le viene de perlas por esta razón o la otra:
muchas gracias, todavía no he perdido, a Dios gracias, las
entendederas. Lo malo es que en el tren que vamos, acabaré por
perderlas como cualquier lector de pasquines. El pan, el agua y el
aire mismo están inficionados, el sol está nublado, y sólo la
noche nos vale, clavada de frías y lejanas estrellas. La silente
noche llena de vigilias y suspiros de los pocos varones que quedan
por la Patria.”
Castellani,
L.: Seis ensayos y tres cartas, Sobre la democracia, p. 48.
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