Llego hasta Ti, huyendo de mí mismo,
a buscarle un refugio a mi esperanza.
Y me entrego, del todo, a cuanto quiera,
tu voluntad que por ser tuya es santa.
Y tal como si fuera un ave en vuelo
que renuncia al gobierno de sus alas
y las abre en extenso a las corrientes,
dispuesto a navegar por donde vayan.
Yo me entrego, Señor, a tus designios:
de par en par abro ante ti mis ansias,
y las dejo que marchen impelidas
por el soplo de amor que de Ti emana.
He llegado hasta Ti, y en Ti me quedo,
¡Ponme a prueba y verás que en mí tú mandas!
Rómulo D. Carbia.
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