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domingo, noviembre 14

Ayohuma (14 de noviembre de 1813).



La línea patriota a pesar de tantas desventajas, se hizo el objeto de la admiración del enemigo.

Según declaración del mismo General español, ella soportó valerosamente el cañoneo que barría sus hileras, “manteniéndose con tanta firmeza (son sus palabras) como si hubiese criado raíces en el lugar que ocupaba”.


A las 6 de la mañana, el ejército español empezó a descender en desfilada por la escabrosa cuesta de Taquieri.


El General español, a caballo, en lo alto de la cuesta, exhortaba al paso a los batallones que contestaban con estrepitosos vivas al rey, que resonaban en la llanura.


El sendero por el que descendían era tan estrecho, que apenas cabían 3 hombres de frente y tan pendiente, que la artillería no podía bajar sino desarmada y a lomo de mula.


Desde el campamento patriota se distinguía perfectamente la desfilada del ejército real.


Si Belgrano aprovechándose de la oportunidad que le presentaba el enemigo se hubiera lanzado sobre él, mientras la cabeza de la columna pisaba el llano y el resto se hallaba comprometido en el descenso de la cuesta, habría obtenido el triunfo, aun cuando no hubiese conseguido destruir todo el ejército real.


Pero cerrado en el círculo que se había trazado aferrado a su plan y contando siempre con ser atacado por el frente, contestó a La Madrid que le hizo una indicación en ese sentido:


“No se aflija usted: deje que bajen todos, para que no se escape ninguno. La victoria es nuestra”.


Mientras tanto el enemigo descendió al llano, atravesó el río y formó en columnas paralelas detrás de la lomada que se prolongaba paralelamente a él, ocultándose a si a la vista de los patriotas. El ejército patriota por su parte había levantado un altar en medio del campo y oía misa devotamente arrodillado ante el dios de las batallas.

El ejército español oculto en el bajo, tardó algún tiempo en reaparecer; pero en vez de presentarse por el frente y remontar la lomada que lo cubría, se corrió por su izquierda y apareció en columnas paralelas amagando la derecha de los patriotas.


Este movimiento perfectamente calculado inutilizaba completamente el plan de Belgrano y le obligaba a aceptar la batalla en condiciones desventajosas, hirieron la imaginación de los soldados, que, persuadidos de que iban a combatir con el frente que tenían, fueron asaltados por un vago presentimiento y empezaron a dudar de la victoria.


El General argentino en vista de la dirección tomada por el enemigo, tuvo que cambiar de frente; pero sin acertar a modificar su plan según se lo aconsejaban las circunstancias.


Belgrano tenía la paciencia del organizador, que prepara los elementos del triunfo; la intrepidez en el ataque; la firmeza en el combate y la constancia en la derrota; pero carecía de la ardiente inspiración en el campo de batalla; así es que, se limitó a hacer un cambio de frente sobre su centro retirando su ala derecha y avanzando un poco su ala izquierda.


Por este movimiento quedó dando frente al enemigo, con su derecha apoyada inmediatamente al cerro que antes tenía casi a su espalda; con el barranco interpuesto entre ambas líneas y sin espacio para desplegar la caballería de este costado.


En este estado lo que la prudencia aconsejaba era ocupar el cerro de la derecha, para evitar ser flanqueado y flanquear a la vez, hacer pasar a la izquierda la caballería inútil de aquel costado, reunir una masa de más de 500 caballos y lanzarla sobre el enemigo con el objeto de envolver su ala derecha, cooperando simultáneamente a este ataque la línea de infantería.


Nada de esto se hizo a excepción del cambio de frente ya explicado, nada que indicase que una inteligencia previsora velaba por la suerte del ejército argentino.


El enemigo, más entendido y previsor, al tiempo de correrse sobre su izquierda había destacado una fuerte guerrilla apoyada por un batallón de infantería, con el objeto evidente de tomar el cerro en que los patriotas apoyaban la derecha en su segunda formación.


Esta importante posición fue ocupada sin resistencia y desde aquel momento pudo considerarse perdida la batalla, si no se rechazaban los flanqueadores españoles.


Belgrano, en vez de concentrar sus esfuerzos sobre el cerro, y obligar al enemigo a acudir en apoyo de su fuerza destacada, trabando allí el combate, se limitó a ocupar con la caballería desocupada otro cerro que se hallaba más a retaguardia, aunque más elevado que el anterior, era tan inútil para el ataque como para la defensa.



De este modo el enemigo interceptó el camino de Macha, que pasaba por entre los dos cerros ya indicados y se situó pacíficamente casi sobre el flanco de los patriotas.


Pezuela que con el grueso de su ejército se mantenía cubierto en parte por un pliegue del terreno, hizo avanzar a vanguardia sus 18 piezas de artillería y rompió con ellas un vivo fuego a bala rasa, abriendo anchos claros en las filas patriotas.


Sería poco más de las 10 de las mañana cuando empezó el cañoneo.


La artillería patriota pretendía contrarrestarlo; pero además de su inferioridad numérica, sus proyectiles apenas alcanzaban a recorrer la mitad de la distancia que separaba ambas líneas.


Por cerca de media hora se prolongó el fuego de la artillería, dando tiempo a que los flanqueadores españoles ganasen terreno y se dispararon en este intervalo más de 400 tiros.


La línea patriota a pesar de tantas desventajas, se hizo el objeto de la admiración del enemigo.


Según declaración del mismo General español, ella soportó valerosamente el cañoneo que barría sus hileras, “manteniéndose con tanta firmeza (son sus palabras) como si hubiese criado raíces en el lugar que ocupaba”.


Nunca se ha hecho un elogio más grande de las tropas argentinas y merece participar de él una animosa mujer de color, llamada María a la que conocían en el campamento patriota con el sobrenombre de “MADRE DE LA PATRIA”.


Acompañada de dos de sus hijas, con cántaros en la cabeza, se ocupó de proveer agua a los soldados, llenando una obra de misericordia como la Samaritana y enseñando a los hombres el desprecio de la vida.


Belgrano que había sabido inocular a sus soldados ese espíritu sublime de abnegación, esa disciplina que hace al hombre superior a la muerte, no estuvo ese día a la altura de sus tropas con inteligencia militar.


Sin embargo, no era hombre de desmayar, así es que, cuando cesó el fuego el fuego de la artillería enemiga y su línea empezó a ponerse en movimiento, dio por su parte la señal del ataque general.


La infantería patriota, a pesar de su inferioridad numérica, avanzó con denuedo aunque no bien ordenada, a causa del barranco interpuesto que tuvo que atravesar, siendo recibido del otro lado de él, por los nutridos fuegos del enemigo ventajosamente posicionado.


Asimismo siguió avanzando y a medio tiro de fusil rompió el fuego de mosquetería, con una decisión y una viveza, que hizo creer por un momento la posibilidad de la victoria.


Simultáneamente, con el avance de la infantería mandó Belgrano cargar a la caballería de la izquierda al mando de Zaleya [Zelaya], la que se lanzó impetuosamente lanza en ristre, aunque con algún desorden causado por las desigualdades del terreno.


Como éste era precisamente el ataque que temía Pezuela, había reconcentrado sobre su flanco derecho todo el grueso de su caballería, reforzándola hasta con su misma escolta; pero como esto no bastara para contener el ímpetu de 400 caballos, dispuso que dos batallones de infantería con 10 piezas de artillería sostuvieran sus débiles escuadrones.


Zelaya se estrelló contra esa masa, sufriendo los fuegos cruzados de los 2 batallones y como 150 cañonazos a metralla que le dispararon las 18 piezas enemigas en el espacio de pocos minutos y tuvo que retroceder en desorden.


A la vez que iniciaba sus cargas la caballería patriota, la línea de infantería avanzaba a la bayoneta.


En aquel momento sonó una descarga de fusilería casi a espaldas de la derecha: eran los flanqueadores enemigos, que posesionados del cerro en que ella se apoyaba, la tomaban entre dos fuegos, obligándola a ponerse en desordenada fuga antes que tuviera tiempo para calar la bayoneta.


El centro que lo formaba el Nº 6, se halló en el mismo caso, y siguió en dispersión el movimiento retrógrado de sus compañeros.

La izquierda española se lanzó sobre los dispersos, haciendo grandes estragos entre ellos y tomó gran número de prisioneros.


El Mayor Cano, comandante de Cazadores y el Coronel Superí, jefe de los Pardos y Morenos, quedaron muertos al frente de sus batallones.


La izquierda compuesta del Nº 1 que al principio había hecho flanquear al enemigo, tuvo que ponerse en precipitada retirada que muy luego se convirtió en fuga así que vio descubierto su flanco.


Toda la infantería patriota habría quedado muerta en el fondo del barranco, si en aquel momento Zelaya, reorganizando sus destrozados jinetes, no los hubiera conducido nuevamente a la carga, paralizando la acción del enemigo, y dándole tiempo para que se salvase detrás del barranco.


La caballería de la derecha al mando de Don Diego Balcarce y del Mayor Don Máximo Zamudio, trasladándose al fin al costado izquierdo por orden del General, cooperó eficazmente a este objeto, aunque sin obtener ventajas positivas.


La batalla estaba perdida; no había que pensar sino en la salvación.


Belgrano auxiliado de Díaz Vélez y corriendo ambos serios peligros, se ocupó de reunir algunos dispersos al abrigo del barranco, retirándose con ellos a las lomas pedregosas de que hemos hablado antes y que se hallaban como a media legua del campo de batalla.


Allí enarboló Belgrano la bandera del ejército y empezó a tocar reunión a la vista del enemigo. Este, quebrantado por 3 largas horas de combate y por las pérdidas sufridas, dio tiempo al General patriota para que se le reuniesen como 400 hombres de infantería y como 80 de caballería.


Todo lo demás se había dispersado o quedaba en el campo de batalla: artillería, bagajes, parque, más de 500 prisioneros, entre ellos gran número de oficiales; cerca de 200 heridos que cayeron en poder del enemigo y otros tantos muertos.


El enemigo compró caramente esta victoria a costa de 500 hombres fuera de combate, de los cuales más de 200 muertos y como 300 heridos.



SALINAS CLAVERAS, José: Página Histórica de Hoy. Tomo II. Bs. As., Revista y Biblioteca del Suboficial, 1980, pp. 322-327.

La familia Kirchner y sus amigos.



FARC: “NUESTRA SOLIDARIDAD Y CONDOLENCIA POR EL DECESO DEL EX PRESIDENTE NÉSTOR KIRCHNER”


ANNCOL


Leamos carta completa conocida por nuestra agencia en el día de hoy:


Doctora (¡!)


CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER


Presidenta de la República de Argentina


A su Excelencia, a la familia Kirchner, nuestra solidaridad y condolencia por el deceso del ex presidente Néstor Kirchner. Nos sumamos al sentimiento del pueblo argentino seguidor de sus banderas sociales. (¡¡¡)


Ha partido un latinoamericano insigne. Un hombre que batalló denodadamente por la consolidación de un organismo multilateral independiente del poder de Washington, propio de Nuestra América, sin tutelas imperiales, que se ocupara de nuestros asuntos internos, regionales. (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡) Siempre agradeceremos su humana preocupación por la paz de Colombia, su participación en los procesos de liberación de prisioneros de guerra en el marco del conflicto social y armado que vive el país, y la eficacia de su diplomacia serena para restablecer la concordia entre naciones hermanas. (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡)


En este bicentenario de los gritos simultáneos de independencia latinoamericana, qué bueno sería considerar a nivel de gobiernos y pueblos la idea grandiosa del Libertador Simón Bolívar de conformar en este hemisferio una Gran Nación de Repúblicas. (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡).


Sea esta la ocasión para reiterarle a UNASUR los puntos de vista expuestos en la carta que le dirigiéramos el mes de agosto pasado.


Reciba usted, señora Presidenta, nuestro saludo de compatriotas.


Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP


Montañas de Colombia, octubre 30 de 2010.

viernes, noviembre 5

¿San Martín bastardo? ¿Hijo de Alvear? ¿Hijo de una india? No jodan.





Bien: en las obras aludidas está la realidad de la vida de D. Diego en esa época. A estar a lo transcrito, José de San Martín ya contaba con seis años de edad, cuando su supuesto “padre” se encaminaba a Montevideo y cerca de 14 años cuando éste arribaba a Yapeyú para engendrarlo.


por el Dr. Enrique Díaz Araujo


*** En el corriente año [2000] se ha echado a correr una versión difamatoria sobre la filiación del Padre de la Patria. En ella se afirma que la hija de Carlos de Alvear, Joaquina Alvear de Quintanilla y Arrotea, redactó en el año 1877 un manuscrito titulado “Cronología de mis antepasados”. Conforme, dicen, a esta narración, don José de San Martín no sería hijo legítimo de don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras. En cambio, sería un bastardo, hijo adulterino de D. Diego de Alvear y Ponce de León y de una india guaraní llamada Rosa Guarú, entregado después en adopción ilegal al matrimonio San Martín. También, en los mencionados apuntes, se atribuiría a don Diego un auxilio posterior para su hijo ilegítimo, consistente en recomendaciones ente el Gobierno español para que éste pudiera ingresar en el Ejército Real.


Los lectores se silban de memoria los nombres de los supuestos historiadores autores del engendro. Nosotros preferimos omitirlos y reproducir la argución por una voz deliciosamente ingenua. Dice al respecto la periodista Guadalupe Hinostrosa:


“Según varias evidencias (????) el Libertador no habría sido parte de la progenie de aquel matrimonio (de los San Martín). Aparte de los documentos (????) conocidos por la familia Alvear y varias otras evidencias (????) dan viso de realidad a la versión”.

“Según parece los integrantes de esta tradicional familia (Alvear) siempre supieron que estaban emparentados con San Martín”.

“Según cuentan (los chatarreros) existe una fuerte tradición oral (!!!!) en Corrientes que asegura que esa india era Rosa Guarú” [1].


Excelente síntesis para examinar.


Resumen que, obviamente, corresponde al acervo de la chatarreada.


Por lo tanto, corresponde ver ya la verdad histórica.


Pues resulta, al pronto, que aquella mentira tiene unas patas sumamente cortitas, toda vez que se destruye con noticias sacadas de las propias historias alvearistas.


En primer lugar, hubiera sido bueno poder consultar el libro de doña Sabina de Alvear y Ward, hija de don Diego de Alvear y su segunda esposa, la inglesa Luisa Ward, titulado Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de León, publicado en Madrid, en 1891. Como nosotros no hemos tenido esa suerte, nos conformamos con un “e-mail” enviado por el historiador Cristián García Godoy, quien sí revisó el libro en la biblioteca de Washington [2].


Este libro registra una cronología de los viajes de D. Diego por las Misiones Occidentales guaraníticas, luego que fuera nombrado por el Gobierno Español para integrar la Comisión de Límites, acordada por el Tratado de San Idelfonso. Tal cronología se basa en el propio “Diario” llevado por el marino español.


Pues, entonces, doña Sabina Alvear y Ward nos informa que D. Diego recién en 1784 se integró en Montevideo a la Comisión demarcadora de fronteras, y que, en dichas funciones, recién estuvo por primera vez en el pueblo de Yapeyú en el año de 1792.


En segundo lugar, hay que compulsar el referido “Diario” titulado “Relación geográfica e histórica de la Provincia de Misiones del Brigadier D. Diego de Alvear”. [3]


Allí se establece que D. Diego dejó Río de Janeiro el 25 de diciembre de 1783 para dirigirse al punto fronterizo del Chuy. Reunido con los comisarios hispanos y lusitanos instalaron el campamento base de la expedición [4]. A continuación D. Diego señala que la normatividad que regía su tarea eran las Reales Ordenanzas hispanas: la de Intendentes sobre las Misiones, y la sobre los Pueblos del Paraná, Uruguay y Paraguay, ambas de 1783 [5]. Luego, es obvio, que el “Diario” se comenzó a escribir después de 1783.


El tercer libro de asesoramiento, es mucho más divulgado que los anteriores. Se trata de la Historia de Alvear, de Gregorio F. Rodríguez [6]. En esta obra hay algunas variaciones respecto de las anteriores. Así, se dice que D. Diego, designado en 1783, salió de Buenos Aires el 23 de diciembre de 1783, acompañado de su esposa, con quien se estableció en el pueblo del Santo Ángel Custodio, de Río Grande, y de allí fue a Montevideo [7]. Que las comisiones se separaron en 1786, llegando a San Borja en 1787, a Iguazú en 1788, a Candelaria en 1789, a Curitiba el 14 de junio de 1791, y a partir de ahí recorrió Misiones, sometiendo sus investigaciones al Virrey de Buenos Aires en 1793 [8]. Añade que el 17 de marzo de 1801, abandonó don Diego sus funciones trasladándose a Montevideo [9]. Entonces, sus tareas habían durado 18 años [10].


En los libros citados se relata más adelante el viaje de regreso a España, que los Alvear emprendieron el 9 de agosto de 1804, en los buques “Medea”, “Mercedes”, “Clara” y “La Fama”. El 5 de octubre de ese año fueron atacados por fragatas británicas, las cuales hundieron el “Mercedes”, donde viajaba la señora María Josefa Balbastro de Alvear, con siete hijos. La “Medea” fue apresada, con su tripulación, en la cual se contaba D. Diego y su hijo menor Carlos Antonio. Fueron llevados a Inglaterra, donde recibieron un trato excepcional, pudiendo entrevistarse con el Primer Ministro George Canning, con saludos del Rey Jorge III, e indemnizaciones por doce mil libras esterlinas. No se indica con exactitud el año que los dos Alvear, padre e hijo partieron de Londres hacia Cádiz. Sólo se sabe que en enero de 1807, D. Diego contrajo matrimonio con la inglesa Luisa Ward, y que en mayo de 1808 fue nombrado Comisario Provincial de Artillería; que alternó con los “ingleses aliados”, y que: “la oficialidad inglesa hizo punto de reunión social y hospitalidad de la Casa de Alvear, obsequiosidad que éste manifestó desde el primer momento, correspondiendo así a la que había recibido de la sociedad inglesa, cuya esposa tan vinculada a ella, convirtió su casa en un centro de sociabilidad británica” [11].


Bien: en las obras aludidas está la realidad de la vida de D. Diego en esa época. A estar a lo transcrito, José de San Martín ya contaba con seis años de edad, cuando su supuesto “padre” se encaminaba a Montevideo y cerca de 14 años cuando éste arribaba a Yapeyú para engendrarlo. Con el mismo efecto retroactivo, en 1807 debió prestar ayuda al ya Comandante de Caballería José Francisco de San Martín para que pudiera ingresar (o reingresar) al Ejército Real, como cadete…


No nos detengamos a colocar adjetivos. Simplemente, digamos que los chatarreros no son buenos amigos de la cronología… Como no lo son de la fisonomía, puesto que el rubio de nariz respingada de D. Diego poco se parecía al trigueño o cetrino, de nariz aguileña, de D. José; mientras que la angulosidad del rostro de Mercedes Tomasa San Martín y Escalada es idéntica a la de doña Gregoria Matorras… Carecen, además, de espíritu crítico, desde que nunca se preguntan por qué un matrimonio de moderados o bajos ingresos, que ya tenía cuatro hijos, iba a adoptar clandestinamente un quinto hijo. No brillan por la congruencia, desde que si su argumento reposa en la falta de la partida de bautismo de José Francisco, otra tanta bastardía debió predicarse de Justo Rufino, de quien también existe la misma ausencia documental. Y menos cariño sienten por la lógica: si San Martín era, como ellos sostienen, hijo de D. Diego y de la india Rosa Guarú, no deberían continuar hablando de “San Martín”, sino de José Francisco Alvear y Guarú...


Resulta que los chatarreros son gente desafortunada (bien que han hecho rápida fortuna económica). Y, como tales, eligieron mal el candidato para enlodar al General: justo aquél que no podía ser de modo alguno su padre. Porque, desde su óptica difamatoria, podrían haber inventado que San Martín era hijo de una india –llamada, según una “fuerte tradición oral” correntina, Violeta Ñandubay, o, según otras: Azucena Cuñataí, Hortensia Ibicuy, Petunia Humaitá, Gardenia Curuzú, Clavelina Curupaity, Margarita Tereré u Orquidea Itapirú- y de un hombre blanco. En este caso, de cualquiera de los miles de varones europeos que anduvieron por esa zona misionera. De cualquiera, con una sola excepción: la de Don Diego de Alvear y Ponce de León, quien recién apareció por Yapeyú tres lustros después...


(...)


Notas:

1. Hijos naturales y ADN. Los genes de la discordia, en: “Nueva”, Bs. As., nº 478, 10 setiembre 2000, ps. 14-20.

2. 18 julio 2000, Cristián García Godoy a Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

3. publicado por D. Pedro de Angelis, en la: Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de la Provincia del Río de la Plata, 2a. ed., Bs. As., Lajouane, 1910, tº III, ps. 479-550.

4. op. cit., ps. I –II.

5. op. cit., ps. 485, 539.

6. Rodríguez, Gregorio F., Historia de Alvear, Bs. As., G. Mendesky e Hijo, 1913.

7. op. cit., tº I, ps. 8-10.

8. op. cit., tº I, ps. 13, 14, 18, 19, 20, 21.

9. op. cit., tº I, ps. 22.

10. op. cit., tº I, ps. 24.

11. Rodríguez, Gregorio F., op. cit., tº I, ps. 35, 36, 37, 39.


*** Texto: DÍAZ ARAUJO, Enrique: Don José y los Chatarreros. Mendoza, Diké, 2001, Cap. III, pp. 50-55.


Ahora...

¿Puede explicar esto Hugo Chumbita?



Resulta que los chatarreros son gente desafortunada (bien que han hecho rápida fortuna económica). Y, como tales, eligieron mal el candidato para enlodar al General: justo aquél que no podía ser de modo alguno su padre. Porque, desde su óptica difamatoria, podrían haber inventado que San Martín era hijo de una india –llamada, según una “fuerte tradición oral” correntina, Violeta Ñandubay, o, según otras: Azucena Cuñataí, Hortensia Ibicuy, Petunia Humaitá, Gardenia Curuzú, Clavelina Curupaity, Margarita Tereré u Orquidea Itapirú- y de un hombre blanco. En este caso, de cualquiera de los miles de varones europeos que anduvieron por esa zona misionera. De cualquiera, con una sola excepción: la de Don Diego de Alvear y Ponce de León, quien recién apareció por Yapeyú tres lustros después...