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viernes, noviembre 5

¿San Martín bastardo? ¿Hijo de Alvear? ¿Hijo de una india? No jodan.





Bien: en las obras aludidas está la realidad de la vida de D. Diego en esa época. A estar a lo transcrito, José de San Martín ya contaba con seis años de edad, cuando su supuesto “padre” se encaminaba a Montevideo y cerca de 14 años cuando éste arribaba a Yapeyú para engendrarlo.


por el Dr. Enrique Díaz Araujo


*** En el corriente año [2000] se ha echado a correr una versión difamatoria sobre la filiación del Padre de la Patria. En ella se afirma que la hija de Carlos de Alvear, Joaquina Alvear de Quintanilla y Arrotea, redactó en el año 1877 un manuscrito titulado “Cronología de mis antepasados”. Conforme, dicen, a esta narración, don José de San Martín no sería hijo legítimo de don Juan de San Martín y de doña Gregoria Matorras. En cambio, sería un bastardo, hijo adulterino de D. Diego de Alvear y Ponce de León y de una india guaraní llamada Rosa Guarú, entregado después en adopción ilegal al matrimonio San Martín. También, en los mencionados apuntes, se atribuiría a don Diego un auxilio posterior para su hijo ilegítimo, consistente en recomendaciones ente el Gobierno español para que éste pudiera ingresar en el Ejército Real.


Los lectores se silban de memoria los nombres de los supuestos historiadores autores del engendro. Nosotros preferimos omitirlos y reproducir la argución por una voz deliciosamente ingenua. Dice al respecto la periodista Guadalupe Hinostrosa:


“Según varias evidencias (????) el Libertador no habría sido parte de la progenie de aquel matrimonio (de los San Martín). Aparte de los documentos (????) conocidos por la familia Alvear y varias otras evidencias (????) dan viso de realidad a la versión”.

“Según parece los integrantes de esta tradicional familia (Alvear) siempre supieron que estaban emparentados con San Martín”.

“Según cuentan (los chatarreros) existe una fuerte tradición oral (!!!!) en Corrientes que asegura que esa india era Rosa Guarú” [1].


Excelente síntesis para examinar.


Resumen que, obviamente, corresponde al acervo de la chatarreada.


Por lo tanto, corresponde ver ya la verdad histórica.


Pues resulta, al pronto, que aquella mentira tiene unas patas sumamente cortitas, toda vez que se destruye con noticias sacadas de las propias historias alvearistas.


En primer lugar, hubiera sido bueno poder consultar el libro de doña Sabina de Alvear y Ward, hija de don Diego de Alvear y su segunda esposa, la inglesa Luisa Ward, titulado Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de León, publicado en Madrid, en 1891. Como nosotros no hemos tenido esa suerte, nos conformamos con un “e-mail” enviado por el historiador Cristián García Godoy, quien sí revisó el libro en la biblioteca de Washington [2].


Este libro registra una cronología de los viajes de D. Diego por las Misiones Occidentales guaraníticas, luego que fuera nombrado por el Gobierno Español para integrar la Comisión de Límites, acordada por el Tratado de San Idelfonso. Tal cronología se basa en el propio “Diario” llevado por el marino español.


Pues, entonces, doña Sabina Alvear y Ward nos informa que D. Diego recién en 1784 se integró en Montevideo a la Comisión demarcadora de fronteras, y que, en dichas funciones, recién estuvo por primera vez en el pueblo de Yapeyú en el año de 1792.


En segundo lugar, hay que compulsar el referido “Diario” titulado “Relación geográfica e histórica de la Provincia de Misiones del Brigadier D. Diego de Alvear”. [3]


Allí se establece que D. Diego dejó Río de Janeiro el 25 de diciembre de 1783 para dirigirse al punto fronterizo del Chuy. Reunido con los comisarios hispanos y lusitanos instalaron el campamento base de la expedición [4]. A continuación D. Diego señala que la normatividad que regía su tarea eran las Reales Ordenanzas hispanas: la de Intendentes sobre las Misiones, y la sobre los Pueblos del Paraná, Uruguay y Paraguay, ambas de 1783 [5]. Luego, es obvio, que el “Diario” se comenzó a escribir después de 1783.


El tercer libro de asesoramiento, es mucho más divulgado que los anteriores. Se trata de la Historia de Alvear, de Gregorio F. Rodríguez [6]. En esta obra hay algunas variaciones respecto de las anteriores. Así, se dice que D. Diego, designado en 1783, salió de Buenos Aires el 23 de diciembre de 1783, acompañado de su esposa, con quien se estableció en el pueblo del Santo Ángel Custodio, de Río Grande, y de allí fue a Montevideo [7]. Que las comisiones se separaron en 1786, llegando a San Borja en 1787, a Iguazú en 1788, a Candelaria en 1789, a Curitiba el 14 de junio de 1791, y a partir de ahí recorrió Misiones, sometiendo sus investigaciones al Virrey de Buenos Aires en 1793 [8]. Añade que el 17 de marzo de 1801, abandonó don Diego sus funciones trasladándose a Montevideo [9]. Entonces, sus tareas habían durado 18 años [10].


En los libros citados se relata más adelante el viaje de regreso a España, que los Alvear emprendieron el 9 de agosto de 1804, en los buques “Medea”, “Mercedes”, “Clara” y “La Fama”. El 5 de octubre de ese año fueron atacados por fragatas británicas, las cuales hundieron el “Mercedes”, donde viajaba la señora María Josefa Balbastro de Alvear, con siete hijos. La “Medea” fue apresada, con su tripulación, en la cual se contaba D. Diego y su hijo menor Carlos Antonio. Fueron llevados a Inglaterra, donde recibieron un trato excepcional, pudiendo entrevistarse con el Primer Ministro George Canning, con saludos del Rey Jorge III, e indemnizaciones por doce mil libras esterlinas. No se indica con exactitud el año que los dos Alvear, padre e hijo partieron de Londres hacia Cádiz. Sólo se sabe que en enero de 1807, D. Diego contrajo matrimonio con la inglesa Luisa Ward, y que en mayo de 1808 fue nombrado Comisario Provincial de Artillería; que alternó con los “ingleses aliados”, y que: “la oficialidad inglesa hizo punto de reunión social y hospitalidad de la Casa de Alvear, obsequiosidad que éste manifestó desde el primer momento, correspondiendo así a la que había recibido de la sociedad inglesa, cuya esposa tan vinculada a ella, convirtió su casa en un centro de sociabilidad británica” [11].


Bien: en las obras aludidas está la realidad de la vida de D. Diego en esa época. A estar a lo transcrito, José de San Martín ya contaba con seis años de edad, cuando su supuesto “padre” se encaminaba a Montevideo y cerca de 14 años cuando éste arribaba a Yapeyú para engendrarlo. Con el mismo efecto retroactivo, en 1807 debió prestar ayuda al ya Comandante de Caballería José Francisco de San Martín para que pudiera ingresar (o reingresar) al Ejército Real, como cadete…


No nos detengamos a colocar adjetivos. Simplemente, digamos que los chatarreros no son buenos amigos de la cronología… Como no lo son de la fisonomía, puesto que el rubio de nariz respingada de D. Diego poco se parecía al trigueño o cetrino, de nariz aguileña, de D. José; mientras que la angulosidad del rostro de Mercedes Tomasa San Martín y Escalada es idéntica a la de doña Gregoria Matorras… Carecen, además, de espíritu crítico, desde que nunca se preguntan por qué un matrimonio de moderados o bajos ingresos, que ya tenía cuatro hijos, iba a adoptar clandestinamente un quinto hijo. No brillan por la congruencia, desde que si su argumento reposa en la falta de la partida de bautismo de José Francisco, otra tanta bastardía debió predicarse de Justo Rufino, de quien también existe la misma ausencia documental. Y menos cariño sienten por la lógica: si San Martín era, como ellos sostienen, hijo de D. Diego y de la india Rosa Guarú, no deberían continuar hablando de “San Martín”, sino de José Francisco Alvear y Guarú...


Resulta que los chatarreros son gente desafortunada (bien que han hecho rápida fortuna económica). Y, como tales, eligieron mal el candidato para enlodar al General: justo aquél que no podía ser de modo alguno su padre. Porque, desde su óptica difamatoria, podrían haber inventado que San Martín era hijo de una india –llamada, según una “fuerte tradición oral” correntina, Violeta Ñandubay, o, según otras: Azucena Cuñataí, Hortensia Ibicuy, Petunia Humaitá, Gardenia Curuzú, Clavelina Curupaity, Margarita Tereré u Orquidea Itapirú- y de un hombre blanco. En este caso, de cualquiera de los miles de varones europeos que anduvieron por esa zona misionera. De cualquiera, con una sola excepción: la de Don Diego de Alvear y Ponce de León, quien recién apareció por Yapeyú tres lustros después...


(...)


Notas:

1. Hijos naturales y ADN. Los genes de la discordia, en: “Nueva”, Bs. As., nº 478, 10 setiembre 2000, ps. 14-20.

2. 18 julio 2000, Cristián García Godoy a Junta de Estudios Históricos de Mendoza.

3. publicado por D. Pedro de Angelis, en la: Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de la Provincia del Río de la Plata, 2a. ed., Bs. As., Lajouane, 1910, tº III, ps. 479-550.

4. op. cit., ps. I –II.

5. op. cit., ps. 485, 539.

6. Rodríguez, Gregorio F., Historia de Alvear, Bs. As., G. Mendesky e Hijo, 1913.

7. op. cit., tº I, ps. 8-10.

8. op. cit., tº I, ps. 13, 14, 18, 19, 20, 21.

9. op. cit., tº I, ps. 22.

10. op. cit., tº I, ps. 24.

11. Rodríguez, Gregorio F., op. cit., tº I, ps. 35, 36, 37, 39.


*** Texto: DÍAZ ARAUJO, Enrique: Don José y los Chatarreros. Mendoza, Diké, 2001, Cap. III, pp. 50-55.


Ahora...

¿Puede explicar esto Hugo Chumbita?



Resulta que los chatarreros son gente desafortunada (bien que han hecho rápida fortuna económica). Y, como tales, eligieron mal el candidato para enlodar al General: justo aquél que no podía ser de modo alguno su padre. Porque, desde su óptica difamatoria, podrían haber inventado que San Martín era hijo de una india –llamada, según una “fuerte tradición oral” correntina, Violeta Ñandubay, o, según otras: Azucena Cuñataí, Hortensia Ibicuy, Petunia Humaitá, Gardenia Curuzú, Clavelina Curupaity, Margarita Tereré u Orquidea Itapirú- y de un hombre blanco. En este caso, de cualquiera de los miles de varones europeos que anduvieron por esa zona misionera. De cualquiera, con una sola excepción: la de Don Diego de Alvear y Ponce de León, quien recién apareció por Yapeyú tres lustros después...

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